Calígula siempre vuelve
Una nueva biografía del tercer emperador de Roma analiza la naturaleza de la inestabilidad psíquica que manifestó en sus apenas cuatro años de reinado
LasLas semblanzas que de él trazaron historiadores antiguos como Suetonio y Tácito han hecho de Calígula un estereotipo de autócrata entregado a sus veleidades y caprichos. Se suele afirmar que, después de haber liquidado a su hombre de confianza, Macrón, el joven emperador perdió todo freno para ejercer un poder descontrolado y «se volvió paranoico al final de su vida».
¿Estaba Calígula realmente loco? se pregunta el escritor australiano Stephen Dando-Collins en su último libro. Collins recapitula los diagnósticos formulados por autores anteriores, quienes han apuntado como posibles enfermedades la epilepsia del lóbulo temporal, el hipertiroidismo, hipertiroidismo, la enfermedad de Wilson, la esquizofrenia y el trastorno bipolar, esto es, la alternancia de fases de exaltación y de depresión. Esta última es la hipótesis que más convence a Dando-Collins, que la ve confirmada en una referencia de Suetonio a los «dos vicios contradictorios [de Calígula]: el exceso de confianza y su extremo retraimiento».
Sociópatas
El autor galopa con agilidad por una secuencia ordenada de hechos y anécdotas de los cuatro años del reinado de Calígula (37-41 d.C.). Sopesa y valora la información con vigor, aunque no sea sencillo discriminar el rumor malintencionado de la información veraz en los autores antiguos. Educado en un ambiente viciado de intrigas y asesinatos durante el reinado de Tiberio, que le privaron de algunos de sus familiares, Calígula fue un hombre marcado psicológicamente por un entorno palaciego poco fiable en el que algo se truncó al caer enfermo apenas accedió al poder.
En el último capítulo, Dando Collins se pregunta: «¿Es Donald Trump el
Calígula moderno?». La cuestión, como el mismo autor reconoce, se encuentra en el origen de su libro. Cuatro años de ejercicio del poder por parte de dos personalidades «sociópatas», incapaces de «reconocer errores nunca», empeñados en «humillar a sus adversarios» son algunos de los rasgos que compartirían ambos políticos. Habrá que aguardar a que pase un tiempo antes de emitir el «juicio definitivo» que nos diga si el paralelo está justificado.