La tumba de Kazanlak
Durante la segunda guerra mundial, unos soldados hallaron una tumba tracia del siglo III a.C. decorada con magníficos frescos
Este sepulcro tracio fue hallado por soldados búlgaros en 1943.
AfinalesAfinales de la segunda guerra mundial, Bulgaria atravesaba una difícil situación. Aliado de la Alemania nazi, el país se convirtió desde 1943 en objetivo de los bombardeos aliados, al tiempo que por el este surgía la amenaza de una invasión soviética.
En este contexto, el ejército búlgaro desplegó un sistema de defensas antiaéreas en posiciones elevadas, entre las que se contaba la pequeña colina de Tyulbeto, situada en el corazón del país, en el valle de las Rosas de Kazanlak (provincia de Stara Zagora). El 19 de abril de 1944, mientras los soldados excavaban allí las trincheras para emplazar las baterías, aparecieron una serie de bloques de caliza alineados de forma regular. Un primer examen mostró que los bloques pertenecían a una antigua estructura monumental, sellada por un muro de mampostería.
Valle de los Reyes
Aunque el mismo día del hallazgo se derribó este muro para inspeccionar lo que había dentro a la luz de linternas, la exploración completa del yacimiento debió esperar al final del conflicto. De hecho, el impulso para emprender la excavación vino de otra emergencia: el proyecto lanzado por el nuevo régimen comunista búlgaro para construir una gran presa en la zona. Esta importante empresa comportaba anegar una extensa área de excepcional riqueza arqueológica, en particular en lo que se refiere a los vestigios de los pueblos tracios que a lo largo del I milenio a.C. vivieron en una extensa área entre el norte de los Balcanes y el mar Negro.
La necesidad de salvar este patrimonio amenazado alentó la exploración de lo que hoy se conoce como el Valle de los Reyes tracios, una de las mayores necrópolis aristocráticas de la Edad del Hierro de todo el continente, con más de 1.500 enterramientos –de los que sólo se han investigado 300–. Fue así como se localizó la antigua capital tracia de Seutópolis, fundada a finales del siglo IV a.C. por el rey Seutes III, perteneciente a la tribu tracia de los odrisios, que en 1954 quedó anegada por el nuevo pantano.
La colina de Tyulbeto, en cambio, corrió mejor suerte pues estaba a siete kilómetros de la reserva acuática y no se vio afectada por las obras. Los arqueólogos del Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias Búlgara, bajo la dirección del profesor Dimitar P. Dimitrov, director del Museo Arqueológico de Sofía, pudieron investigar el yacimiento desde 1948 con plenas garantías científicas. Comprobaron así que aquella colina de 7 metros de altura y 40 de diámetro era en realidad un túmulo funerario de la cultura tracia. Y descubrieron que aunque en el pasado habían entrado saqueadores que la despojaron de la mayor parte de su ajuar, su estructura y su decoración pictórica se conservaban casi intactas. La publicación de su investigación en 1954 llamó la atención de los especialistas y del público sobre el yacimiento, que en 1979 fue inscrito en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad de la Unesco.
Pasillo y antesala
Las excavaciones iniciadas en 1948 exhumaron un tipo de sepulcro ya conocido en el área de los Balcanes desde la Edad del Bronce, denominado «de corredor y cámara». En el caso de Kazanlak, el túmulo presenta ciertas particularidades. Una suerte de pórtico de mampostería precede al drómos o pasillo que conduce al interior del sepulcro. Por otro lado, el drómos o corredor que conduce a la cámara principal se alinea de sur a norte, a diferencia de lo que es costumbre en este tipo de tumbas, que suelen orientarse hacia el amanecer, al este, buscando el simbolismo del renacimiento diario del Sol.
A modo de puerta, una oquedad en forma de arco apuntado (que se prolonga
formando una falsa bóveda en la pieza contigua) da paso a una antesala o prothálamos de casi dos metros de longitud, poco más de uno de ancho y 2,24 de altura.
Cuando se inspeccionó este sector, se descubrió un gran fragmento de la losa que sellaba originalmente el mausoleo, lo que evidenciaba que tiempo atrás había sido profanado. Pese a ello, en el suelo de la antesala se recuperó una pequeña jarra de plata con añadidos de oro, que tal vez fue utilizada para ofrecer libaciones en honor de los difuntos, así como algunos restos óseos que correspondían a un équido sacrificado.
Pinturas del más allá
Con todo, el verdadero interés de esta dependencia estriba en su ornato, ya que las paredes están completamente decoradas con frescos. Tanto el zócalo, pintado de negro, como el listel blanco que marca la línea de imposta desde la que arranca la cubierta imitan losas de piedra. Este tipo de decoración, que ya se conocía en la Grecia clásica, abarata los costes del mármol y gozó de gran difusión en el mundo romano, donde constituyó el llamado primer estilo pictórico o de incrustación.
Tras estas molduras coloreadas se dispone un friso con motivos estilizados de carácter vegetal. Sobre el friso aparecen dos escenas de batalla en las que se enfrentan soldados de infantería y de caballería, ataviados con panoplias
Saqueadores de la Antigüedad rompieron la losa que sellaba el mausoleo de Kazanlak
y vestiduras propias de las regiones de Tracia y Macedonia.
La cámara mortuoria propiamente dicha, el thálamos, es un espacio circular (del tipo llamado tholos o colmena) de 2,65 metros de diámetro, cubierto por una cúpula de 3,25 metros de altura. Los arqueólogos aún debaten si en la Antigüedad la cúpula estuvo cerrada por una clave o si contó con un vano cenital a modo de óculo que permitía el paso de luz. Aunque la mayor parte del ajuar fue saqueado hace tiempo, se recuperaron algunas joyas de oro –entre ellas, los restos de una corona–, un ánfora y, lo que es más importante, los huesos de dos cadáveres pertenecientes a un varón y una mujer que, según ha podido constatarse, vivieron a comienzos del siglo III a.C. Casi con toda probabilidad los restos masculinos corresponden al príncipe Roygos, hijo del rey Seutes III.
Hades y Perséfone
Como en el prothálamos, lo más destacado de la cámara mortuoria es su decoración parietal, que contiene las pinturas más elaboradas y más famosas de todo el sepulcro. sepulcro. En ellas vemos una pareja unida por los antebrazos, en torno a la cual avanzan sirvientes con comida, músicos, palafreneros con caballos y un carro.
El significado de la escena ha sido muy debatido por los especialistas. La pareja representada podría corresponder a los propios difuntos inhumados, pero también podría evocar a los dioses del inframundo, Hades y Perséfone, quienes al estrechar sus antebrazos escenifican el acto previo a la eterna unión ultraterrena, materializada mediante el consumo de las granadas que porta en una bandeja la sirviente situada a la derecha de la figura masculina. Por otro lado, también se representa una carrera de bigas (carros tirados por dos caballos) que remite a los juegos que solían acompañar las ceremonias funerarias de los aristócratas, tal como en la Ilíada se cuenta que hizo Aquiles para honrar el espíritu de su amado Patroclo.