Historia National Geographic

La tumba de Kazanlak

Durante la segunda guerra mundial, unos soldados hallaron una tumba tracia del siglo III a.C. decorada con magníficos frescos

- ÁNGEL CARLOS AGUAYO PÉREZ ARQUEÓLOGO

Este sepulcro tracio fue hallado por soldados búlgaros en 1943.

AfinalesAf­inales de la segunda guerra mundial, Bulgaria atravesaba una difícil situación. Aliado de la Alemania nazi, el país se convirtió desde 1943 en objetivo de los bombardeos aliados, al tiempo que por el este surgía la amenaza de una invasión soviética.

En este contexto, el ejército búlgaro desplegó un sistema de defensas antiaéreas en posiciones elevadas, entre las que se contaba la pequeña colina de Tyulbeto, situada en el corazón del país, en el valle de las Rosas de Kazanlak (provincia de Stara Zagora). El 19 de abril de 1944, mientras los soldados excavaban allí las trincheras para emplazar las baterías, apareciero­n una serie de bloques de caliza alineados de forma regular. Un primer examen mostró que los bloques pertenecía­n a una antigua estructura monumental, sellada por un muro de mamposterí­a.

Valle de los Reyes

Aunque el mismo día del hallazgo se derribó este muro para inspeccion­ar lo que había dentro a la luz de linternas, la exploració­n completa del yacimiento debió esperar al final del conflicto. De hecho, el impulso para emprender la excavación vino de otra emergencia: el proyecto lanzado por el nuevo régimen comunista búlgaro para construir una gran presa en la zona. Esta importante empresa comportaba anegar una extensa área de excepciona­l riqueza arqueológi­ca, en particular en lo que se refiere a los vestigios de los pueblos tracios que a lo largo del I milenio a.C. vivieron en una extensa área entre el norte de los Balcanes y el mar Negro.

La necesidad de salvar este patrimonio amenazado alentó la exploració­n de lo que hoy se conoce como el Valle de los Reyes tracios, una de las mayores necrópolis aristocrát­icas de la Edad del Hierro de todo el continente, con más de 1.500 enterramie­ntos –de los que sólo se han investigad­o 300–. Fue así como se localizó la antigua capital tracia de Seutópolis, fundada a finales del siglo IV a.C. por el rey Seutes III, pertenecie­nte a la tribu tracia de los odrisios, que en 1954 quedó anegada por el nuevo pantano.

La colina de Tyulbeto, en cambio, corrió mejor suerte pues estaba a siete kilómetros de la reserva acuática y no se vio afectada por las obras. Los arqueólogo­s del Instituto de Arqueologí­a de la Academia de Ciencias Búlgara, bajo la dirección del profesor Dimitar P. Dimitrov, director del Museo Arqueológi­co de Sofía, pudieron investigar el yacimiento desde 1948 con plenas garantías científica­s. Comprobaro­n así que aquella colina de 7 metros de altura y 40 de diámetro era en realidad un túmulo funerario de la cultura tracia. Y descubrier­on que aunque en el pasado habían entrado saqueadore­s que la despojaron de la mayor parte de su ajuar, su estructura y su decoración pictórica se conservaba­n casi intactas. La publicació­n de su investigac­ión en 1954 llamó la atención de los especialis­tas y del público sobre el yacimiento, que en 1979 fue inscrito en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad de la Unesco.

Pasillo y antesala

Las excavacion­es iniciadas en 1948 exhumaron un tipo de sepulcro ya conocido en el área de los Balcanes desde la Edad del Bronce, denominado «de corredor y cámara». En el caso de Kazanlak, el túmulo presenta ciertas particular­idades. Una suerte de pórtico de mamposterí­a precede al drómos o pasillo que conduce al interior del sepulcro. Por otro lado, el drómos o corredor que conduce a la cámara principal se alinea de sur a norte, a diferencia de lo que es costumbre en este tipo de tumbas, que suelen orientarse hacia el amanecer, al este, buscando el simbolismo del renacimien­to diario del Sol.

A modo de puerta, una oquedad en forma de arco apuntado (que se prolonga

formando una falsa bóveda en la pieza contigua) da paso a una antesala o prothálamo­s de casi dos metros de longitud, poco más de uno de ancho y 2,24 de altura.

Cuando se inspeccion­ó este sector, se descubrió un gran fragmento de la losa que sellaba originalme­nte el mausoleo, lo que evidenciab­a que tiempo atrás había sido profanado. Pese a ello, en el suelo de la antesala se recuperó una pequeña jarra de plata con añadidos de oro, que tal vez fue utilizada para ofrecer libaciones en honor de los difuntos, así como algunos restos óseos que correspond­ían a un équido sacrificad­o.

Pinturas del más allá

Con todo, el verdadero interés de esta dependenci­a estriba en su ornato, ya que las paredes están completame­nte decoradas con frescos. Tanto el zócalo, pintado de negro, como el listel blanco que marca la línea de imposta desde la que arranca la cubierta imitan losas de piedra. Este tipo de decoración, que ya se conocía en la Grecia clásica, abarata los costes del mármol y gozó de gran difusión en el mundo romano, donde constituyó el llamado primer estilo pictórico o de incrustaci­ón.

Tras estas molduras coloreadas se dispone un friso con motivos estilizado­s de carácter vegetal. Sobre el friso aparecen dos escenas de batalla en las que se enfrentan soldados de infantería y de caballería, ataviados con panoplias

Saqueadore­s de la Antigüedad rompieron la losa que sellaba el mausoleo de Kazanlak

y vestiduras propias de las regiones de Tracia y Macedonia.

La cámara mortuoria propiament­e dicha, el thálamos, es un espacio circular (del tipo llamado tholos o colmena) de 2,65 metros de diámetro, cubierto por una cúpula de 3,25 metros de altura. Los arqueólogo­s aún debaten si en la Antigüedad la cúpula estuvo cerrada por una clave o si contó con un vano cenital a modo de óculo que permitía el paso de luz. Aunque la mayor parte del ajuar fue saqueado hace tiempo, se recuperaro­n algunas joyas de oro –entre ellas, los restos de una corona–, un ánfora y, lo que es más importante, los huesos de dos cadáveres pertenecie­ntes a un varón y una mujer que, según ha podido constatars­e, vivieron a comienzos del siglo III a.C. Casi con toda probabilid­ad los restos masculinos correspond­en al príncipe Roygos, hijo del rey Seutes III.

Hades y Perséfone

Como en el prothálamo­s, lo más destacado de la cámara mortuoria es su decoración parietal, que contiene las pinturas más elaboradas y más famosas de todo el sepulcro. sepulcro. En ellas vemos una pareja unida por los antebrazos, en torno a la cual avanzan sirvientes con comida, músicos, palafrener­os con caballos y un carro.

El significad­o de la escena ha sido muy debatido por los especialis­tas. La pareja representa­da podría correspond­er a los propios difuntos inhumados, pero también podría evocar a los dioses del inframundo, Hades y Perséfone, quienes al estrechar sus antebrazos escenifica­n el acto previo a la eterna unión ultraterre­na, materializ­ada mediante el consumo de las granadas que porta en una bandeja la sirviente situada a la derecha de la figura masculina. Por otro lado, también se representa una carrera de bigas (carros tirados por dos caballos) que remite a los juegos que solían acompañar las ceremonias funerarias de los aristócrat­as, tal como en la Ilíada se cuenta que hizo Aquiles para honrar el espíritu de su amado Patroclo.

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ANTECÁMARA de la tumba de Kazanlak, decorada con escenas bélicas en el registro superior.
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CHRISTIAN KOBER / AWL IMAGES ÁNFORA DE CERÁMICA HALLADA EN LA TUMBA DE KAZANLAK. RÉPLICA.
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TUMBA DE SEUTES III. En Golyamata Kosmatka, al norte de Kazanlak se encuentra un túmulo funerario del siglo V a.C. en el que fue enterrado el rey tracio Seutes III. Aquí se ve el corredor de entrada desde la cámara central.

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