El teatro en Atenas
Derivado de antiguos ritos en honor del dios Dioniso, el teatro en Atenas se convirtió en un espectáculo de masas que congregaba a miles de personas. El público se conmovía ante las tragedias representadas por actores enmascarados, secundados por el coro.
Miles de atenienses seguían con expectación, a veces emocionándose hasta las lágrimas, las funciones teatrales de las fiestas de Dioniso
NoNo hay duda de que una de las aportaciones más destacadas de Grecia a la cultura universal ha sido el teatro. Autores como Esquilo, Sófocles, Eurípides o Aristófanes crearon obras que hoy siguen siendo consideradas clásicos en sus géneros. Los recintos teatrales que se conservan, numerosísimos y a menudo de dimensiones imponentes, dan prueba de la gran difusión que alcanzaron los espectáculos teatrales. Siglos después, en la Europa del Renacimiento, los dramaturgos miraron al modelo griego para revivir un arte que había caído en el olvido.
Sin embargo, el teatro en la antigua Grecia era muy distinto del espectáculo que hoy conocemos. Una primera diferencia es que las funciones se realizaban en un determinado momento del año, coincidiendo con las Grandes Dionisias, fiestas en honor de Dioniso que se celebraban en el mes de elafebolión (marzo-abril). Esto no era casual. Se cree que el teatro griego fue una derivación de las celebraciones y rituales religiosos consagrados a esta divinidad. En estas fiestas, Dioniso era agasajado con procesiones y comparsas festivas que se prolongaban durante varios días. Cuenta la tradición que fue a mediados del siglo VI a.C. cuando un dramaturgo llamado Tespis, natural de Icaria, decidió dar la palabra a uno de los integrantes de las agrupaciones corales que participaban en las Grandes Dionisias. Así nació un nuevo género poético, en el que partes cantadas se alternaban con partes recitadas, mimos y bailes. Testimonio de este origen era la presencia, en todas las funciones teatrales, de una imagen de Dioniso sobre un altar frente al escenario.
Espectáculo de masas
Otra particularidad del teatro griego era que se trataba de un espectáculo de masas que congregaba a toda la comunidad. En efecto, las representaciones de las Grandes Dionisias tenían un considerable poder de convocatoria, a juzgar por el aforo del espacio escénico. Se cree que las gradas del teatro de Epidauro podían albergar unos 13.000 espectadores, mientras que las del teatro de Dioniso, en Atenas, daban cabida a más de 15.000. Nada que ver, por tanto, con el espectáculo más restringido que conocemos hoy en día. Semejante capacidad de reunión permitía aprovechar las funciones para tratar asuntos de la comunidad, como la rendición de cuentas de los aliados de los atenienses, cuyos embajadores también acudían a las
representaciones, o el desfile de los huérfanos de los caídos en defensa de Atenas, que eran mantenidos con fondos públicos. Así pues, además de su dimensión religiosa y literaria, el teatro griego tenía también una vertiente política.
También es singular el hecho de que las obras que se representaban durante las Grandes Dionisias de Atenas formaran parte de un concurso dramático. De su organización se encargaba el arconte epónimo, un magistrado que seleccionaba a tres poetas trágicos y cinco autores cómicos. También designaba a un corego, elegido entre la élite de la ciudad para reclutar a los miembros del coro y asumir todos los costes.
Personajes trágicos
Antes del certamen, en el proagón, los autores anticipaban el contenido de las obras que presentaban a concurso. Del veredicto final se encargaban diez jueces elegidos por sorteo, uno por cada una de las tribus en las que se dividía la población del Ática, la región a la que pertenecía Atenas. El triunfador era galardonado con una corona de hiedra y otros premios.
Los temas que se trataban en las tragedias procedían generalmente del imaginario mítico que circulaba entre los griegos desde hacía siglos. Una de las fuentes más importantes era la guerra de Troya. Así, Sófocles dedicó una tragedia a Filoctetes, héroe que contrajo una repugnante enfermedad cuando se dirigía a Troya y al que sus compañeros abandonaron en la isla de Lemnos.
La casa reinante de Micenas inspiró, entre otras obras, la Orestíada, trilogía de Esquilo en la que se narra sucesivamente el asesinato de Agamenón a manos de su esposa Clitemnestra y de su amante Egisto, la venganza de su hijo Orestes y la exoneración definitiva del joven por intercesión de la diosa Atenea. Eurípides logró el tercer premio en las Dionisias de 431 a.C. con una obra en torno a Medea, mujer de origen «bárbaro» que se venga de su marido infiel, Jasón, matando a sus hijos comunes. En general, las tragedias planteaban situaciones extremas que ilustraban a los
espectadores sobre la realidad del crimen y la culpa, el poder del destino y la insignificancia de los humanos frente a los dioses. La comedia, por su parte, también se originó en los ritos dionisíacos, que incluían cantos de contenido burlesco y festivo, pero con el tiempo evolucionó hacia la sátira social y política. La Lisístrata de Aristófanes, por ejemplo, trataba de una huelga de sexo de las mujeres atenienses contra la guerra. Los actores recibían el nombre de hypocrités, derivado de la palabra hypocrinomai, «interpretar» o «contestar». Eran los encargados de dar la réplica al coro. En los primeros tiempos sólo había un actor; Esquilo introdujo un segundo y Sófocles incluyó en total tres «actores de acompañamiento» o synagonistaí. Existían también los personajes mudos o figurantes, llamados kophá prósopa, que significa «máscara sorda». Un mismo actor podía interpretar a diferentes personajes en la misma obra, lo que requería una importante preparación, no sólo mental, sino también física. Dado que las mujeres tenían prohibido actuar, los hombres se veían obligados a representar papeles femeninos. Llegaron a conocerse dinastías de actores, como los Calipo, y según los testimonios históricos, las ciudades les reconocieron derechos de inmunidad y libre circulación.
El coro apela al espectador
El coro tenía doce integrantes hasta que Sófocles lo aumentó a quince. Su función dependía de cada obra y del papel que le otorgaba el autor. Al frente de este grupo estaba el corifeo, que era el miembro más destacado. Se situaba en el centro de la fila más próxima al graderío buscando la proximidad –y complicidad– del público, y solía encargarse de las partes recitadas y de dialogar con los actores, mientras que el resto del coro se ocupaba de los fragmentos líricos. En las comedias, el número de miembros del coro podía incrementarse y su vestuario era más colorista.
Los griegos practicaban ya lo que hoy llamaríamos «puesta en escena». Había cosas que estaba prohibido mostrar, por ejemplo