LA TORRE DE LONDRES
UNA PRISIÓN DE ESTADO
Durante largo tiempo, quienes osaban desafiar el poder de los reyes de Inglaterra se arriesgaban a acabar encerrados en las celdas de la Torre y ser ejecutados allí mismo
DesdeDesde hace casi mil años, la Torre de Londres monta guardia sobre la capital inglesa desde la orilla del Támesis. A lo largo de los siglos, esta antigua fortificación ha servido como palacio real, guardiana de las joyas de la corona, ceca del reino, zoológico real, prisión inexpugnable, terrible lugar de ejecuciones y torturas y multitudinaria atracción turística.
La historia de la Torre comienza en 1066, con la invasión de Inglaterra por parte de los normandos de Guillermo el Bastardo (que luego se haría llamar el Conquistador). El nuevo rey decidió construir una impresionante fortaleza en un extremo de la capital para protegerse de invasiones extranjeras y para recordar a los ingleses quién era su nuevo amo. El lugar escogido no es casual: está junto a un cruce clave del Támesis, que hoy ocupa el también célebre puente de la Torre. En aquellos tiempos Londres ocupaba apenas el espacio de lo que actualmente es la City, es decir, más o menos el de la antigua Londinium romana. El castillo de Guillermo fue primero de madera, pero no pasó mucho tiempo hasta que empezaron las obras para sustituirlo por una gran torre de piedra, la actual torre Blanca, la gran torre del homenaje en el centro del recinto. En una época en que la mayoría de los edificios tenían sólo un piso de altura y al sur del Támesis sólo había pantanos y llanuras, la torre Blanca,
que se elevaba veintisiete metros sobre una colina artificial, era visible no sólo desde toda la capital, sino desde muchos kilómetros a la redonda. Fue el primer rascacielos de la City y sirvió para recordar a cualquier sajón levantisco que los normandos habían llegado para quedarse.
Leones en la Torre
En el siglo XIII se añadieron las dos murallas que hoy rodean la Torre y se amplió el foso, llenado con agua del Támesis. Así se creó la impresionante fortaleza que, con ciertas modificaciones, ha llegado hasta nuestros días.
Se sabe que los reyes de Inglaterra residieron a menudo en la Torre, pero es mucho menos sabido que la Torre fue también el hogar de los animales del rey. Durante seis siglos, la Torre acogió una auténtica casa de fieras que, en su apogeo, cobijaba más de 280 animales de hasta sesenta especies distintas. Los primeros en llegar, en 1235, fueron unos leones del Atlas, especie hoy extinta en libertad. Estos leones son del mismo tipo que los esculpidos en Trafalgar Square o los que aparecen en el escudo real. Veinte años después, los caballeros que regresaban de las cruzadas trajeron un elefante, al
que sus cuidadores en la Torre, con la mejor intención, hacían beber casi cuatro litros de vino tinto al día para que no pasara frío. Hubo también un oso polar noruego, al que se dejaba cazar en el Támesis sujetándolo con una gruesa soga. Sucesivos regalos al rey incrementaron el zoológico real.
Ya en el siglo XVIII, los animales atraían multitudes, que pagaban tres medios peniques por la entrada, aunque había un descuento: si traías un perro o un gato para dárselo de comer a los leones, la entrada era gratuita. Este zoológico se cerró durante la primera mitad del siglo XIX, pero fue durante mucho tiempo una de las principales atracciones de la Torre.
La Torre entera está llena de sorpresas y secretos. Nada más entrar en la fortaleza, en la histórica torre Byward, un misterioso ladrillo transparente en la pared de la izquierda guarda en su interior una inquietante mano. Nadie sabe quién lo puso ahí ni por qué, aunque algunos creen que fue una broma de los alabarderos que guardan la Torre.
Aviso a los defraudadores
Mucho más importante, en la sala del primer piso de esa misma torre los trabajos de restauración de una chimenea normanda revelaron el único mural medieval que sobrevive en la Torre. Se cree que fue pintado en 1390 y representa la crucifixión de Cristo.
¿Qué hace ahí ese mural? Probablemente el motivo sea que, a partir del año 1278 y durante los seis siglos siguientes, esta parte de la Torre acogió la ceca real. Aquí era donde los comerciantes traían su oro a la Corona, que lo pesaba, valoraba y compraba para acuñar moneda. El potencial de
fraude era enorme, por lo que el