ARTE DE LA LUZ Y LA OSCURIDAD
DURANTE MUCHO TIEMPO PREDOMINÓ la idea de un arte rupestre limitado a las cuevas y ubicado en las zonas más interiores y oscuras, donde era necesario utilizar teas o lámparas de tuétano para crear y ver las imágenes. Ello implicaba vincular este arte con un espacio reservado y sostener interpretaciones de cariz religioso. Hoy, las figuras descubiertas en lugares al aire libre como rocas en las laderas de un monte o junto a un río, en abrigos e incluso en entradas de cavidades rompen la concepción exclusiva de un arte en la oscuridad. Ahora sabemos que su situación es variada e incluye espacios de luz y de penumbra. Semejante diversidad pone de manifiesto que el arte rupestre no tenía necesariamente un carácter reservado. De hecho, en algunos casos la íntima vinculación espacial entre espacios decorados y domésticos aboga por un carácter público del arte rupestre y una cierta cotidianeidad en su uso. Esta variedad de localizaciones indicaría que los grupos humanos paleolíticos experimentaban y vivían sus sentimientos trascendentes, su ritualidad, sus creencias y posibles ceremonias de manera diversa, ya fuese de forma individual o colectiva, en lugares reservados o bien en espacios de uso frecuente. Tal disparidad de situaciones es la misma que hoy podemos rastrear en múltiples religiones, y una manifestación temprana de la diversidad de la conducta humana.