SANTA ELENA, MEJOR OPCIÓN
TrasTras la batalla de Waterloo, el gobierno británico decidió confinar al derrotado Napoleón en una pequeña isla del Atlántico sur, que desde el siglo XVII era puerto de parada de la Compañía de las Indias Orientales. El navegante James Cook, que pasó por la isla al volver de sus viajes por el Pacífico en 1771 y 1775, la describió así: «Esta isla, de doce millas de largo por seis de ancho, no es más que un montón confuso de peñascos bordeados por acantilados… Sin indicio de vegetación». El aislamiento geográfico de Santa Elena hacía confiar a las autoridades británicas que el «general Bonaparte» no tendría «oportunidad de volver a perturbar la paz de Europa», como había hecho tras su primera abdicación del poder, en 1814, al instalarse en la isla de Elba. Con cruel ironía los ingleses aseguraban que Napoleón no podría quejarse de un lugar de exilio «de clima saludable» donde podría vivir en libertad.