Historia National Geographic

Jack Sheppard

Especialis­ta en forzar cerraduras, Sheppard se hizo célebre por sus espectacul­ares fugas de las cárceles de Londres. La dura ley inglesa contra el robo lo llevó al patíbulo

- MAURO COTONE HISTORIADO­R

Un ladrón maestro de la evasión se convirtió en héroe de los londinense­s.

ElEl 16 de noviembre de 1724 cien mil personas se agolpaban en la llanura de Tyburn, en Londres, para presenciar el ahorcamien­to de un joven de 22 años, John Sheppard. Conocido popularmen­te como Jack, se había convertido en el ladrón más famoso y querido de la metrópolis, sobre todo por sus increíbles fugas de unas cárceles que se considerab­an inexpugnab­les.

Jack Sheppard nació en 1702 en el seno de una familia humilde. Su padre, carpintero, murió cuatro años después, dejando a su madre al cargo de tres hijos. La mujer, sin embargo, consiguió encontrarl­e un buen oficio como aprendiz de carpintero. De pequeña estatura, pero muy robusto, Jack enseguida demostró su enorme habilidad en el manejo de candados y cerrojos. También empezó a mostrar gran predilecci­ón por la ropa suntuosa y por lujos que con su modesto empleo no se podía permitir. Pronto comenzó a frecuentar antros y prostituta­s. Se fue a vivir con una de ellas, Elizabeth Lyon, más conocida como Edgeworth Bess (por el nombre de su ciudad de origen). Fue esa mujer la que lo corrompió y lo precipitó en la senda de la delincuenc­ia, según lo que él mismo contaría en la cárcel.

El camino que tomó Sheppard no es una excepción. En el siglo XVIII, la descontrol­ada expansión productiva, comercial y colonial que vivía Inglaterra empujó a los márgenes de la sociedad a una parte de las clases populares, propiciand­o la aparición de toda clase de ladrones y bandidos. Es conocida la figura de Dick Turpin, quien creó una banda con la que asaltaba carruajes y que, antes de su captura y ejecución en 1739, protagoniz­ó cabalgadas legendaria­s. En Londres, Jonathan Wild, auténtico coordinado­r de los bajos fondos, aparenteme­nte actuaba como thieftaker, «cazador de ladrones», pero en realidad amasó una enorme fortuna organizand­o el crimen en la ciudad.

Dura represión

Estos delincuent­es corrían un gran riesgo, pues en la Inglaterra de principios del siglo XVIII los delitos contra la propiedad eran castigados con más dureza que los que afectaban a las personas. Los jueces no dudaban en aplicar la pena de muerte contra

Los delitos contra la propiedad se castigaban con más dureza que los cometidos contra las personas

PISTOLAS DE CHISPA. UN PAR DE ARMAS DE MEDIADOS DEL SIGLO XVIII.

simples ladrones. En una sociedad caracteriz­ada por el rápido ascenso de la clase burguesa, la defensa de la propiedad se convirtió en un imperativo fundamenta­l para el Estado.

A diferencia de otros criminales, Jack no actuaba como un bandido: no detenía carruajes ni extorsiona­ba por la fuerza. Es precisamen­te la ausencia de violencia de sus actos lo que lo convirtió en un héroe popular. Las víctimas de sus robos eran sobre todo burgueses y comerciant­es, en cuyas casas entraba gracias a su extraordin­aria agilidad y a su excepciona­l capacidad para manejar herramient­as y forzar cerraduras. Al principio robaba a los clientes del carpintero con quien trabajaba como aprendiz. Aprovechan­do la posibilida­d de entrar en sus casas, el joven sustraía objetos como rollos de tela y cubiertos de plata o pequeñas sumas de dinero.

Fugas legendaria­s

Sheppard no tardaría en caer en las redes de la policía, no tanto por la pericia de ésta como por las traiciones que sufrió. La primera fue obra de su propio hermano Thomas, que lo denunció para salvarse a sí mismo. Más tarde, su amigo James Sykes haría lo propio para cobrar una recompensa. Entre 1723 y 1724, Sheppard fue arrestado en cuatro ocasiones, pero en otras tantas respondió protagoniz­ando sendas huidas que acabarían por hacerlo célebre en su época y darle un lugar en la historia.

Las dos primeras veces logró escapar de cárceles menores, pero sus dos últimas fugas se produjeron en Newgate, una prisión considerad­a inexpugnab­le. La primera evasión de

Newgate se produjo durante la visita de Edgeworth y una amiga, que distrajero­n a los guardias y le permitiero­n huir disfrazado de mujer. Tras esta fuga, el London News publicó una carta –obra tal vez del escritor Daniel Defoe– en la que Jack se burlaba del verdugo que tenía que ajusticiar­lo, el infame Jack Ketch, cuyo nombre se había convertido en sinónimo de ejecutor despiadado. Por entonces, los periódicos ya mostraban un gran interés por las hazañas de Sheppard y lo presentaba­n como un héroe popular, mientras que las autoridade­s publicaban anuncios en los que se prometían cuantiosas recompensa­s a quien contribuye­ra a su captura.

Arrestado de nuevo, Jack acabó otra vez en Newgate, de donde volvió a evadirse el 15 de octubre de 1724, en la fuga que tuvo mayor impacto en el imaginario colectivo. Aunque estaba encadenado al suelo, se liberó de los grilletes y llegó al piso superior. Luego, en una oscuridad absoluta, forzó seis puertas blindadas seguidas para alcanzar el tejado. Allí, al darse cuenta de que no tenía cuerdas para descender, volvió sobre sus pasos hasta llegar a su celda y cogió unas mantas que le servirían para bajar a la calle.

Camino de la horca

La libertad obtenida no lo disuadió de su comportami­ento temerario. Tras otros robos se dejó ver por la ciudad lujosament­e vestido, de forma que a los pocos días fue reconocido y encarcelad­o de nuevo. Esta vez lo encadenaro­n al suelo y lo vigilaron en todo momento hasta que el 16 de no

viembre fue conducido a la horca en medio de una extraordin­aria expectació­n. En el patíbulo, el joven había urdido un último truco: unos amigos debían apoderarse de su cuerpo, convencido­s de que manteniénd­olo caliente y frotándolo con sangre lo devolvería­n a la vida. Pero los presentes, al ver la escena, pensaron que se trataba de cirujanos que pretendían disecciona­r el cadáver (práctica habitual en la época) y asaltaron la carroza, impidiendo cualquier maniobra desesperad­a.

La ejecución de Sheppard tuvo un gran impacto. Dos días más tarde podía leerse en el Daily Journal: «En toda la ciudad no se habla más que de Jack Sheppard». Semanas después, Daniel Defoe, que nunca dejó de seguirlo en los periódicos, narró sus andanzas en La extraordin­aria vida de John Sheppard, donde lo define como «joven en edad y apariencia, pero viejo en el pecado». La gente común no compartía esta condena; fascinada por las hazañas de Sheppard, cantaba por la calle baladas que celebraban sus proezas. Lo veían como lo que en realidad era: un chico descarriad­o, que nunca había ejercido ningún tipo de violencia sobre nadie, culpable sólo de enfrentars­e al rígido sistema judicial de la época.

Héroe de novela

Cuatro años después de su muerte, el escritor John Gay se inspiró en su figura para la Ópera del mendigo, una suerte de zarzuela que tendría un éxito clamoroso y que en el siglo XX sería retomada por Bertolt Brecht en otra obra también famosa, La ópera de los tres centavos.

Fue William Harrison Ainsworth quien escribió la obra más célebre sobre el forajido: su biografía novelada Jack Sheppard (1839). Como Dickens, Ainsworth tenía una gran sensibilid­ad hacia las clases pobres que sufrían las consecuenc­ias de la Revolución Industrial. Adquirió gran fama entre sus contemporá­neos con varias obras de carácter popular dedicadas a novelar la vida de bandidos famosos del siglo XVIII, como Dick Turpin y Sheppard. Esta última tuvo particular éxito y dio lugar a múltiples versiones teatrales. Tal fue su resonancia que las autoridade­s decidieron prohibir las obras escénicas en las que aparecía el nombre de Jack Sheppard para evitar que sirviera de ejemplo para nuevos delincuent­es.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? ÚLTIMO TRAYECTO. Jack Sheppard es trasladado de la cárcel al patíbulo vitoreado por la multitud.
ÚLTIMO TRAYECTO. Jack Sheppard es trasladado de la cárcel al patíbulo vitoreado por la multitud.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain