Santa Sofía, símbolo de un imperio
En el año 532, Justiniano ordenó erigir una magnífica iglesia en Constantinopla: Santa Sofía. Pese a saqueos y destrucciones, ha llegado hasta nuestros días con su extraordinaria cúpula y su belleza intactas
La basílica que Justiniano mandó edificar en el año 532 se convirtió en el símbolo de Bizancio durante casi un milenio. Víctima de repetidos saqueos y desastres naturales, su brillo no decayó ni al convertirse en mezquita en 1453.
DuranteDurante más de mil años, el horizonte de Constantinopla estuvo dominado por la silueta de la «Iglesia de la Santa Sabiduría de Dios», más comúnmente conocida como Santa Sofía. Poco después de que terminara su construcción, el historiador Procopio de Cesarea comparaba la iglesia con un navío «porque se alza sobremanera hacia las celestes alturas, y como si estuviera fondeada entre las demás edificaciones, se balancea y se sitúa por encima del resto de la ciudad, embelleciéndola, porque es una parte de ella y, por otra parte, ufanándose de ello, porque perteneciendo a la ciudad y superándola surge de tal modo que, desde ella, se divisa la ciudad como si desde una atalaya se tratara». Aquel perfil de la ciudad permaneció prácticamente inalterado hasta que, unas décadas después de que los turcos conquistaran la ciudad en 1453, surgieron varias mezquitas, obra del arquitecto Sinan y su discípulo Mehmet Aga, que competían con Santa Sofía en dimensiones, pero que, al mismo tiempo, seguían el mismo modelo de la catedral bizantina, con su cúpula y semicúpulas en cascada.
Una cubierta prodigiosa
El actual edificio de Santa Sofía se erigió sobre las ruinas de dos templos cristianos anteriores: una basílica construida por el emperador Constancio II en 360, denominada Gran Iglesia (Megale Ekklesia), que fue destruida por un incendio en 404, y una segunda consagrada por Teodosio II en 415, que resultaría a su vez gravemente dañada en tiempos del emperador Justiniano I, durante la revuelta de Nika del año 532. Como parte de su campaña de reconstrucción y refuerzo de su imagen, el mismo Justiniano decidió levantar el edificio que contemplamos hoy en día.
Construida en un plazo asombrosamente breve, de apenas seis años, la iglesia fue inaugurada solemnemente el 27 de diciembre de 537.
Sus artífices fueron dos ingenieros, el matemático Antemio de Trales y el físico Isidoro de Mileto.