EL ARTE DE MORIR EN EGIPTO
2532-2503 a.C.
Bajo el reinado de Micerino y en la tumba de Debeheni se representa por primera vez un funeral; aparecen danzantes y oficiantes.
PROCESO DE MOMIFICACIÓN
El dibujo recrea las etapas finales del proceso de embalsamamiento de Tutankhamón. Un sacerdote con la máscara del dios Anubis lee el ritual y los embalsamadores vendan el cuerpo, intercalando amuletos entre las vendas.
sagrada donde está Osiris!, no permitas que el desastre [una segunda muerte, esta vez definitiva] ocurra por segunda vez». Al amanecer, la momia del faraón se llevaba de vuelta a palacio. Allí las mujeres la adornaban con collares de flores como muestra de cariño y símbolo de renacimiento. Entonces empezaba el funeral, una larga y compleja procesión durante la cual tenía lugar una serie de ceremonias que sólo finalizaban cuando la momia se depositaba en la tumba y se celebraba el banquete funerario. Los embalsamadores habían entregado la momia del faraón colocada en un ataúd antropomorfo (es decir, de forma humana). Éste se cubría con un catafalco o dosel y se colocaba sobre un trineo para facilitar el desplazamiento.
desplazamiento. En el cortejo también se transportaban otros ataúdes de mayor tamaño en los que, ya en la tumba, se introduciría el ataúd con la momia. Otro trineo más pequeño portaba los vasos canopos, en los que se depositaban algunas vísceras momificadas aparte. Los vasos estaban protegidos por el dios cánido Anubis, una deidad ligada a la necrópolis y a la transfiguración del difunto.
Ajuares sin parangón
Un contingente de porteadores acarreaba el ajuar que acompañaría al faraón en la tumba. Ningún otro habitante de Egipto podía igualar el número ni la calidad de los enseres elaborados por los mejores artesanos, ni la complejidad de los rituales que iban a tener lugar en honor del monarca. Con este ajuar se buscaba que el faraón pudiera disfrutar de todos los elementos que considerase imprescindibles en su vida póstuma.
Es imposible detallar la cantidad de objetos que cada faraón consideraba esencial, pero la tumba de Tutankhamón constituye un ejemplo destacado en tal sentido. Aunque es probable que este rey tuviera un ajuar especialmente amplio –el único que nos ha llegado completo–, los de otros monarcas