COSAS IMPOSIBLES DE CREER
PedroPedro de Valencia fue un prestigioso humanista extremeño que a principios del siglo XVII gozaba de la confianza del rey Felipe III. Cuando estalló el escándalo de las brujas de Zugarramurdi escribió para el Inquisidor general Bernardo de Sandoval un largo discurso en el que refutaba la creencia de que las brujas eran agentes del demonio. Para Pedro
de Valencia, las confesiones de los procesados en el auto de fe de Logroño de 1610 no eran más que «casos soñados que jamás han pasado en el mundo ni se han escrito sino en poesías y libros fabulosos para entretenimiento y espanto de los niños y gente vulgar». Los testimonios sobre la celebración de asambleas nocturnas con el demonio a las que los brujos y brujas se trasladarían en sueños sólo se explicaban, a su juicio, por el efecto de los ungüentos alucinógenos que tomaban o como algún tipo de alienación mental: «Se debe examinar si los reos están en su juicio o si por demoníacos o melancólicos o desesperados han salido de él». El único castigo que contemplaba eran los azotes.