SORPRESA Y DESTRUCCIÓN
Stalin, el máximo dirigente de la URSS, había recibido numerosas informaciones sobre la inminencia del ataque, pero las desoyó; el dirigente soviético, cuya desconfianza rayaba en la paranoia, había preferido creer en los pactos que había suscrito con Hitler antes que a sus propios servicios de información. La invasión corrió a cargo de 3,35 millones de hombres, 3.600 carros de combate, 600.000 vehículos motorizados de transporte, 625.000 caballos y 3.400 aviones de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana. Ésta tuvo un papel crucial en el éxito de la operación: destruyó los aeródromos soviéticos y las aeronaves estacionadas en ellos, como muestra la fotografía, privando así al enemigo de cobertura aérea al tiempo que protegía el avance de las columnas blindadas alemanas y aniquilaba la resistencia soviética. Pero a comienzos de diciembre, una vigorosa contraofensiva obligó a los alemanes a retroceder cuando algunas de sus unidades se habían adentrado en Jimki, a 15 kilómetros de la plaza Roja de Moscú.