RESISTENCIA Y CASTIGO
En la cosmovisión hitleriana de lucha de razas, el enemigo a batir era el «judeobolchevismo», y los eslavos eran «infrahombres» a los que someter. Hitler declaró sin ambages que aquélla era una guerra racial, y así lo asumió el alto mando militar alemán, el Oberkommando der Wehrmacht, con el mariscal de campo Wilhelm Keitel al frente, en su orden oficial cursada el 6 de junio de 1941, que comenzaba así: «En esta batalla no tienen cabida la piedad ni las consideraciones relativas al derecho internacional». Este punto de vista se manifestó en la despiadada represión de la población civil acusada de apoyar a los grupos de partisanos, de uno de los cuales formaban parte las protagonistas de esta fotografía, tomada en agosto de 1941. La muerte de «50 a 100 comunistas» sería la «expiación por la vida de un soldado alemán», afirmó Keitel. La actividad guerrillera ofrecía una coartada a la guerra de aniquilación; así, el 16 de julio de 1941, el dirigente nacionalsocialista Martin Bormann escribió: «La guerra que llevan a cabo los partisanos nos proporciona una gran ventaja: nos da la oportunidad de acabar con cualquier cosa que se nos resista».