El mausoleo de Halicarnaso
La tumba monumental que Mausolo se hizo construir en Halicarnaso fue reconocida pronto como una de las maravillas del mundo por lo suntuoso de su construcción y su riquísima decoración escultórica
Mausolo, sátrapa de Caria en el siglo IV a.C., erigió en Halicarnaso una imponente tumba decorada con gran número de esculturas. La fama del Mausoleo hizo que fuera reconocido como una de las maravillas de la Antigüedad.
SituadaSituada en el suroeste de Anatolia, la región de Caria tuvo un papel destacado en la Antigüedad. Sus pobladores, los carios, hablaban una lengua propia y tenían ritos religiosos particulares. Célebres por su carácter belicoso, se vieron muy influidos por los helenos, que establecieron colonias en la costa. El territorio de Caria fue conquistado por los persas en el siglo VI a.C. y se convirtió en una satrapía o provincia del Imperio aqueménida a principios del siglo IV a.C. Pese a ello, los sátrapas que la gobernaban eran nobles locales que no siempre fueron leales al poder persa y tuvieron a menudo veleidades de independencia.
Tal fue el caso de Mausolo, sátrapa de Caria entre 377 y 353 a.C. Tras heredar el cargo de su padre, Hecatomno, se comportó como un soberano semiindependiente, hasta el punto de que aparece en muchas fuentes
con el título de rey. Firmó alianzas, fundó ciudades y se apoderó de la isla de Rodas. Aunque inició su reinado exhibiendo lealtad a los persas, pronto se sumó a la «revuelta de los sátrapas», una serie de alzamientos contra los aqueménidas promovidos por Egipto. Sin embargo, al ver que la revuelta estaba condenada al fracaso, Mausolo se alineó de nuevo con la monarquía persa.
La tumba de Mausolo
El padre de Mausolo, Hecatomno, provenía de la ciudad sagrada de Mylasa (la actual Milas), situada en un valle rodeado de montañas, donde se hizo construir una tumba monumental descubierta por los arqueólogos en 2010. Mausolo, sin embargo, decidió fijar la capital en Halicarnaso, en la costa, considerando que esta bulliciosa colonia griega, con un puerto estratégico frente al archipiélago del Dodecaneso, podía servir mejor a sus ambiciones que la provinciana Mylasa. Halicarnaso se levantaba sobre una ladera semicircular y albergaba la célebre fuente de la ninfa Sálmacis, de la que se decía que volvía lujuriosos a los que bebían sus aguas. Al parecer, Sálmacis, enamorada del hijo de los dioses Hermes y Afrodita, lo había abrazado con tanta fuerza cuando éste se arrojó al agua para bañarse que ambos formaron un solo ser de atributos femeninos y masculinos: Hermafrodito.
Mausolo rodeó Halicarnaso de murallas, capaces de resistir los ataques de la recién inventada catapulta. Levantó su palacio sobre un promontorio y, a los pies de la mansión real, construyó un puerto secreto, donde reunir barcos y soldados lejos de miradas curiosas. Pero todas estas construcciones palidecían ante otro edificio que inmortalizaría el nombre del monarca: la tumba monumental que hizo construir para sí mismo.
Su propia localización en el centro de la ciudad la hacía ya excepcional. En la Antigüedad, por razones de salud pública, todos los enterramientos se realizaban