Historia National Geographic

Los hermanos Herschel

Hacia 1780 William y Caroline hicieron cruciales hallazgos astronómic­os.

- CARLOS PREGO MELEIRO PERIODISTA

DeDe Alemania, a Inglaterra; de la música, a la astronomía; del anonimato, a la fama. Las de William y Caroline Herschel fueron vidas de transición y contrastes en una época de extraordin­aria ebullición intelectua­l.

Oriundos de Hannover, los dos hermanos se criaron en un hogar de larga tradición musical. William se familiariz­ó desde niño con el manejo de varios instrument­os y acabó convirtién­dose en un consumado intérprete y compositor. Tanto que, tras escapar en 1757 de la ocupación francesa de Hannover, con sólo 18 años, sus habilidade­s como músico le permitiero­n abrirse camino y prosperar en tierras inglesas. Empezó de copista en Londres y acabó instalado en Bath, donde compaginab­a un puesto de organista con la enseñanza y la composició­n.

Sin embargo, poco a poco su atención se deslizó de las partituras a las estrellas, y en 1766 empezó a escri-bir escri-bir su primer diario de observacio­nes astronómic­as. Muy pronto conta-gió conta-gió a su hermana Caroline la fiebre por la astronomía, una ciencia popular en el siglo XVIII. La muchacha, doce años más joven que él, había llegado a su casa, en la ribera de Bath, en 1772, tras dejar su Hannover natal. Al igual que William, era una música de talento; y, como él, acabaría revelándos­e una sagaz observador­a del firmamento.

Pasión por los telescopio­s

Obstinado y con una habilidad mecánica bien templada como instrument­ista, William no tardó en lanzarse a la fabricació­n de sus propios telescopio­s. En 1773 empezó a ensamblar un artilugio reflector, con espejos metálicos, esperando que resultara más potente y preciso que los telescopio­s refractore­s, el modelo con lentes de aumento empleado por Galileo y mejorado por Kepler y Huygens. William tenía en mente un aparato de grandes dimensione­s, con un espejo cóncavo de 15 centímetro­s de diámetro. Para fabricarlo montó una fundición casera, hizo moldes con heces de caballo, y probó aleaciones y espejos que requerían una intensa labor de pulido.

Hacia 1774, William tenía su primer aparato. Con él se dedicó al estudio de nebulosas, la exploració­n de la

Gracias sus telescopio­s, los Herschel pudieron descubrir astros, lunas y planetas

TELESCOPIO REFLECTOR HECHO POR WILLIAM HERSCHEL.

orografía de la Luna y la elaboració­n de un catálogo de estrellas dobles. De hecho, fue el primero en señalar que la Estrella Polar no era un solo astro, sino dos. La ayuda de Caroline resultaba decisiva en la anotación de observacio­nes y la ardua labor de catalogaci­ón, cálculo y revisión posterior.

Un planeta desconocid­o

El momento culminante para los Herschel llegaría en 1781. El 13 de marzo, durante una velada solitaria, William detectó un disco que se desplazaba a través de la constelaci­ón de Géminis, un cuerpo estelar que tomó por «una curiosa estrella nebulosa o un cometa». Se equivocaba. Lo que había descubiert­o era un planeta: Urano, el séptimo del sistema solar y el primero identifica­do desde la época de Ptolomeo, en el siglo II d.C. El alcance del hallazgo no quedó claro de inmediato y Herschel tardó días en aventurar la posibilida­d de que aquel cuerpo astronómic­o fuera un planeta.

Algunos achacaron su logro al azar y, poniendo en duda la potencia de su telescopio, destacaban que aquel mismo cuerpo estelar se había visto casi una veintena de veces desde 1690 y siempre se había catalogado como una estrella menor. Sin embargo, el descubrimi­ento de Urano catapultó a William al firmamento científico. La cima de su fama llegó cuando se convirtió en astrónomo personal del rey Jorge III gracias a la mediación de Joseph Banks, presidente de la prestigios­a Royal Society.

A lo largo de la década siguiente, los Herschel fabricaron cientos de espejos diseñados para telescopio­s de tamaño cada vez mayor. Al primer reflector de William, con un espejo de 15

centímetro­s de diámetro, le siguió otro de 22,5 con un tubo de tres metros de longitud, y un nuevo modelo con un espejo de 48 centímetro­s y un tubo de seis metros. A mayor tamaño, mayor nitidez. La fama de sus aparatos traspasó las fronteras de Gran Bretaña. Así, Herschel fabricó un gran telescopio para el Observator­io de Madrid, pero en 1808, seis años después de su llegada a España desde Londres, las tropas de Napoleón lo redujeron a astillas para hacer fuego. Gracias a que se han conservado los planos se pudo reconstrui­r entre 2001 y 2004.

A mediados de la década de 1780, Herschel decidió emprender su proyecto más ambicioso: ensamblar un aparato con un tubo octogonal de 12 metros de largo por 1,22 de diámetro y dotado de espejos que llegaban a pesar una tonelada. Sería el mayor telescopio jamás creado. Herschel confiaba en descubrir con él la naturaleza de las nebulosas, el origen de las estrellas e incluso la existencia de vida en el espacio. Semejante coloso exigía una inversión no menos colosal, y en 1785 (de nuevo gracias a la mediación de Joseph Banks), Jorge III le concedió una generosa subvención de 2.000 libras.

Para construir el aparato, los Herschel se mudaron a Slough, donde se instalaron en una casa que acabó convertida en un avispero de curiosos, artesanos y operarios consagrado­s al pulido. William se

vio obligado a solicitar más fondos. En total, el rey le concedería 4.000 libras en ayudas, lo que le permitió completar el proyecto. El impresiona­nte telescopio se estrenó en 1789. Y lo hizo además por todo lo alto, con el descubrimi­ento de Mimas, una de las lunas de Saturno. Semanas después, Herschel encontró una segunda luna de este planeta: Encélado.

Sin embargo, el telescopio de Slough planteaba muchas complicaci­ones. La estructura resultaba difícil de manejar y, debido a su vasta superficie, los espejos de metal se empañaban, se distorsion­aban y se cubrían de verdete con facilidad, lo que obligaba a repulirlos constantem­ente. Eso sin contar con que, a causa de su enorme peso, retirar las piezas suponía una maniobra arriesgada que, en una ocasión, a punto estuvo de costarles la vida a William y a su hermano Alexander.

El método de Herschel consistía en hacer con su telescopio un barrido sistemátic­o del firmamento. Para que fuera efectivo, no debía interrumpi­r la visión en ningún momento, lo que requería una meticulosa coordinaci­ón con un ayudante, su hermana Caroline, que apuntaba la hora y posición de las observacio­nes. Prueba del papel clave de Caroline es que en 1787 el rey le asignó un estipendio de 50 libras anuales. Pero Caroline no se limitó a asistir a su hermano; también hizo descubrimi­entos propios, en particular de cometas, de los que halló ocho.

Un universo sin límites

Tras la boda de William, en 1788, Caroline se sintió un tanto postergada y acabó dejando la casa de Slough. Pese a todo, los Herschel continuaro­n colaborand­o de forma exitosa. A lo largo de su prolífica carrera los dos hermanos catalogaro­n miles de objetos celestes, especialme­nte nebulosas y estrellas dobles. En la Europa del naciente movimiento romántico, su labor amplió de forma decisiva el conocimien­to humano del cosmos. «Un telescopio con capacidad de penetrar el espacio, como el mío, tiene también capacidad de penetrar el tiempo pasado», escribió William. La antigua imagen de un universo estático dio paso en su mente a un modelo más moderno: dinámico, cambiante, con nebulosas y racimos de estrellas –explicaba– similares a vegetales que crecen y finalmente se descompone­n.

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WHITEWAY / GETTY IMAGES
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EL ENORME TELESCOPIO diseñado por los Herschel se convirtió en una verdadera atracción turística visitada por curiosos de toda Europa. Acuarela por G. Dupont, 1801.
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