Historia National Geographic

Las Meditacion­es de Marco Aurelio

En medio de las brutales campañas contra los pueblos bárbaros del Danubio, el emperador Marco Aurelio escribió unas reflexione­s que lo situaron entre los más famosos pensadores de la Antigüedad

- POR JUAN PABLO SÁNCHEZ

Durante las campañas bélicas en el Danubio, Marco Aurelio redactó las Meditacion­es, un conjunto de reflexione­s sobre diversos asuntos que se han convertido en una obra clásica de la filosofía de todos los tiempos.

LasLas Meditacion­es son una obra maestra de la filosofía antigua escrita por el emperador romano Marco Aurelio. Sorprenden­temente, su autor no tenía ninguna intención de publicarla, sino que eran un conjunto de apuntes personales, elaborados sin ningún propósito que fuera más allá de forzarse a ser mejor gobernante y, sobre todo, mejor persona. Marco Aurelio las escribió al final de su vida y (al menos, en parte) durante la prolongada y cruenta guerra que libró contra las tribus germánicas asentadas a lo largo del Danubio entre los años 169 y 180.

Ante la cercanía de la muerte, tanto propia como ajena, Marco Aurelio busca consuelo en la filosofía: ya no le queda tiempo para escribir sus memorias, ni tampoco para leer los escritos que se había reservado para su vejez. Ahora lo único que procede es tomar conciencia de sí mismo y del significad­o último de las cosas para preparar el encuentro final con la divinidad. El resultado de ese sincero ejercicio de introspecc­ión son doce libros con notas aparenteme­nte inconexas, como si hubieran sido compiladas en ratos libres en medio de esas campañas militares, y que incluyen desde máximas contundent­es hasta breves disertacio­nes sobre la vida y el ser humano.

Marco Aurelio no las escribió en latín, sino en griego, la lengua de la filosofía forjada por Platón y Aristótele­s, que el emperador dominaba desde pequeño (la había aprendido con su madre) hasta el punto de citar con soltura a Homero y al trágico Eurípides. También en griego se habían escrito por entonces los preceptos morales compilados en el Enchiridio­n («Manual») de Epicteto, un antiguo esclavo griego reconverti­do en filósofo estoico. Ése fue el modelo más directo del que se sirvió Marco Aurelio para escribir sus reflexione­s, aportando una obra original a esa tradición filosófica.

En busca de la paz interior

Al leer esas notas, uno se sorprende de lo poco que se regocija Marco Aurelio con sus victorias ante los bárbaros: eso habría sido, afirma, como si la pequeña araña se enorgullec­iera de haber cazado una mosca. Es verdad que ciertas líneas evocan la experienci­a del combate: «Alguna vez viste una mano amputada, un pie o una cabeza seccionada yaciendo lejos de su cuerpo». Pero Marco Aurelio no se regodea en ese tipo de visiones, más bien al contrario: «Desprecia la carne –se recuerda continuame­nte–, huesecillo­s, fino tejido de nervios, arterias y venas», nada más. Lo importante para Marco Aurelio

es encontrar la paz de espíritu tras sus largas jornadas costeando el Danubio, durante las cuales recuerda que la vida es «un río en constante fluir, una corriente impetuosa de acontecimi­entos». Por ello, no es tanto en su cuartel general donde Marco Aurelio se refugia para escribir como en su propia alma transforma­da en una ciudadela, pues «el hombre no dispone de ningún reducto más fortificad­o». La razón –que para los filósofos estoicos es ese pequeño dios que reside en cada uno de nosotros– le sirve a Marco Aurelio como «guía interior» (así lo denomina) en la única lucha que a él le importa: su salvación eterna. Al ponerse a escribir, quizás en la soledad de la noche, parece que Marco abre su corazón con total sinceridad. Así, las Meditacion­es son una especie de «rendición de cuentas» con la que quiere dar gracias a todos los que influyeron positivame­nte en él a lo largo de su vida. Por ejemplo, agradece a sus preceptore­s que lo alejaran de la superstici­ón y el vicio y moderasen su pasión por los juegos circenses y de azar haciendo que se inclinara por una vida más austera y virtuosa. El más importante de ellos, como recuerda el emperador, fue Quinto Junio Rústico, quien corrigió su carácter impetuoso y lo introdujo en la lectura de los filósofos estoicos. Gracias a esta recomendac­ión, Marco aprendió que la felicidad depende de la práctica de la virtud y que uno ha de guiarse en todo momento por la razón ante los embates de la vida.

Sólo sombras

Marco también recuerda su vida en la corte de Roma, a la que llegó con apenas 17 años. Allí aprendió a vivir sin necesitar guardia personal, vestidos suntuosos y otros lujos parecidos. Quien le impuso esa sobriedad fue su predecesor en el trono, el emperador Antonino Pío: de él alaba su afabilidad de trato, su celo por atender las necesidade­s del Imperio y la firmeza serena con la que tomaba sus decisiones. Marco confiesa que, en esa época, apenas si sintió la tentación de satisfacer sus impulsos sexuales y se mantuvo virgen hasta el matrimonio. De su esposa Faustina la Menor, la hija de Antonino

Pío, alaba que fuera «tan obediente, tan cariñosa, y tan sencilla» como cabría esperar, aunque (se cuenta) lo engañaba con apuestos soldados y gladiadore­s. Pero Marco Aurelio sólo tiene buenas palabras para todos: ya están muertos y son sólo la sombra de un recuerdo que evoca por escrito en sus noches de vigilia en el campamento.

La muerte, una liberación

Cuando despunta el día, esos recuerdos se desvanecen y se impone la cruda realidad: un emperador romano también tiene que ponerse al frente de sus ejércitos en una nueva jornada. Pero Marco Aurelio reconoce en las Meditacion­es que a veces se levanta «de mala gana y perezosame­nte»; y, sobre todo, se siente viejo y débil, al borde de la muerte. En ese contexto de guerra, Marco reflexiona sobre los grandes generales del pasado, como Alejandro Magno, César o Pompeyo, y cómo, a pesar de sus resonantes triunfos, «también ellos acabaron por perder la vida». vida». También evoca las fastuosas cortes imperiales de Augusto, Adriano o Antonino: el espectácul­o de poder que todos ellos ofrecieron fue el mismo, sólo cambiaron los actores. Incluso menciona a los habitantes anónimos de Pompeya y Herculano, que murieron sepultados bajo las cenizas del Vesubio. Con ellos, Marco Aurelio comparte un mismo destino: «Piensa en la brevedad de la vida», «mañana morirás o, en todo caso, pasado mañana», «ejecuta cada acción como si se tratara de la última de tu vida», suele advertirse casi obsesivame­nte a lo largo de las Meditacion­es.

Lo cierto es que la muerte también será para Marco Aurelio una liberación, al desligarse de un mundo donde muchos ignoran el único valor que él reconoce: el de la virtud racional y el bien moral. El verdadero drama de Marco Aurelio consiste en que él trata de amar a sus semejantes («amóldate a las cosas que te han tocado en suerte; y a los hombres con los que te ha tocado en suerte vivir, ámalos, pero de verdad», escribe), pero detesta lo que ellos aman: los juegos circenses, por ejemplo, le inspiran repugnanci­a;

el sexo lo desprecia como mera «fricción del intestino»; tampoco entiende que la gente sienta tanta pasión por las togas purpúreas, distintivo de senadores y emperadore­s: no son más que «lana de oveja teñida con sangre de marisco», dice. Para no perder la cordura, Marco Aurelio se autoimpone un discreto silencio sobre estos asuntos: «Que nadie te oiga ya censurar la vida palaciega, ni siquiera tú mismo».

Él intenta mantener la calma en todo momento, y no indignarse pensando en lo que su prójimo dirá o pensará de él. Además, ¿para qué? Si, como él mismo se recuerda: «Próximo está tu olvido de todo, como próximo también el olvido de todo respecto a ti». Única y exclusivam­ente es la filosofía la que ha de acompañarl­o en su viaje final.

Todo esto se lo dice Marco Aurelio a sí mismo sin ningún atisbo de angustia o desesperac­ión. Incluso la muerte debe aceptarse con agradecimi­ento: agradecimi­ento: «Sonríe a su llegada», llega a decirse a sí mismo. Para asumirla con absoluta naturalida­d, Marco Aurelio incluso compara el momento de morir con algo tan simple como la caída de una aceituna en sazón «mientras elogia la tierra que la llevó a la vida y al árbol que la produjo». Marco Aurelio Aurelio comprende el privilegio que le ha supuesto simplement­e haber vivido: respirar, pensar, disfrutar y amar al prójimo, incluso a aquél que lo ha perjudicad­o. Así pues, y sabiendo cuán agitada fue la vida de Marco Aurelio, uno no puede dejar de sorprender­se que concluya que es mejor «no morir gruñendo, sino verdaderam­ente con serenidad, dando gracias a los dioses por ello desde el fondo de tu corazón».

 ?? DEA/ALBUM ??
DEA/ALBUM
 ??  ?? LUCHA ENTRE ROMANOS Y MARCOMANOS. SARCÓFAGO DE UN GENERAL DE MARCO AURELIO. MUSEO NACIONAL ROMANO.
LUCHA ENTRE ROMANOS Y MARCOMANOS. SARCÓFAGO DE UN GENERAL DE MARCO AURELIO. MUSEO NACIONAL ROMANO.
 ?? T. Q U E R R E C / R M N - G R A N D P A L A I S ??
T. Q U E R R E C / R M N - G R A N D P A L A I S
 ?? L E W A N D O W SK I / R M NG R A ??
L E W A N D O W SK I / R M NG R A
 ??  ?? ALEJANDRO MAGNO,
EN EL MOSAICO DE LA BATALLA DE ISSOS. MARCO AURELIO ESCRIBE EN LAS MEDITACION­ES: «ALEJANDRO Y SU MULERO, UNA VEZ MUERTOS, VINIERON A PARAR EN UNA MISMA COSA».
ALEJANDRO MAGNO, EN EL MOSAICO DE LA BATALLA DE ISSOS. MARCO AURELIO ESCRIBE EN LAS MEDITACION­ES: «ALEJANDRO Y SU MULERO, UNA VEZ MUERTOS, VINIERON A PARAR EN UNA MISMA COSA».
 ??  ??
 ??  ?? MARCO AURELIO REDACTANDO
LAS MEDITACION­ES. ILUSTRACIÓ­N
DE LA HISTORIA DE ROMA ESCRITA POR FRANCESCO BERTOLINI. SIGLO XIX.
MARCO AURELIO REDACTANDO LAS MEDITACION­ES. ILUSTRACIÓ­N DE LA HISTORIA DE ROMA ESCRITA POR FRANCESCO BERTOLINI. SIGLO XIX.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain