VAPORES BENÉFICOS
Las saunas castreñas eran edificios de carácter monumental que ocupaban una posición preeminente sobre la puerta de acceso a los poblados, dentro del recinto delimitado por la muralla. La estructura de estos recintos responde a un patrón que se reproduce en todas estas construcciones, vigente desde el siglo V a.C. hasta la época romana. Bajo el dominio de Roma, estos recintos perdieron su tradicional carácter sagrado y quedaron reducidos a una función balnearia al estilo de las termas romanas; así desligados de los antiguos mitos y las viejas creencias, su uso decayó y fueron abandonados.
próximos al mar. Fuera de las viviendas, los arqueólogos han hallado evidencias de preparación y consumo de comida, lo que debía de estar vinculado a la celebración de banquetes y sacrificios como los que describe Estrabón entre los pueblos del norte peninsular.
La mayoría de objetos de uso cotidiano se debió de fabricar con madera o fibras vegetales. Estrabón recuerda que las gentes del norte «utilizan vasos de madera, igual que los celtas» y crónicas como las de Eugenio de Salazar, en el siglo XVI, dan fe de algunas comunidades del occidente asturiano que «comen y beben en platos y escudillas de palo por no comer y beber en platos de Talavera, ni vidrio de Venecia, que dizen que es sucio y que se haze de varro». De hecho, en los castros asturianos de la Edad del Hierro la vajilla cerámica es escasa, y son excepcionales los productos exóticos como cerámicas griegas o los típicos vasos ibéricos decorados llamados cálatos.
Las gentes de los castros trabajaban el metal, lo que no es extraño en una región cuya tradición minera metálica se remonta a hace 4.500 años, cuando comenzó a explotarse el cobre de la Sierra del Aramo (Riosa), El Milagro (Onís) o La Profunda (León). Los materiales relacionados con la metalurgia del cobre y bronce son muy comunes. En una primera etapa, técnicas y productos son herederos de tradiciones prehistóricas, pero luego incorporan nuevas piezas destinadas en su mayor parte al adorno personal, como pequeños broches o fíbulas entre las que destacan las de forma de caballito, consideradas indicio de influencias célticas procedentes de las regiones limítrofes de la meseta castellana. Aunque en los castros más antiguos han aparecido objetos de hierro, durante la primera mitad del I milenio a.C. la presencia de este metal es muy escasa, pues se conseguía por intercambio y aquí se trabajaba mediante forja. Algunos lingotes así adquiridos, hallados en el castro de Camoca, se muestran en el Museo Arqueológico de Asturias, entre cuyos fondos se cuentan los puñales de antenas de Taramundi y de Chao Samartín, los objetos más antiguos de hierro fabricados en Asturias. Desde el siglo IV a.C., los artesanos comenzaron a dominar los procedimientos siderúrgicos que permitieron disponer de nuevas armas y aperos agrícolas.
Estos especialistas alcanzaron particular destreza en la manipulación de metales preciosos, sumando a las técnicas tradicionales de la Edad del Bronce otras de origen meridional como la soldadura, el granulado y la filigrana para lograr una orfebrería genuina que tuvo sus creaciones más representativas en torques, arracadas y diademas.
¿Una sociedad de guerreros?
Frente a la imagen de sociedad guerrera que proyectan las formidables defensas de los castros y el carácter belicoso que los escritores clásicos atribuyeron a sus habitantes, los hallazgos arqueológicos reflejan más bien una sociedad de sesgo igualitario y orientación campesina, en la que la jefatura debió de poseer un carácter honorífico. Por otra parte, se advierte la importancia de las mujeres en funciones trascendentes que garantizan la cohesión del grupo y la legítima transmisión del linaje; de ahí que los textos clásicos destaquen la singularidad de su vestimenta, el arrojo de su carácter o su condición de receptoras de la herencia familiar. A ello se suman los indicios sobre el relevante papel femenino en las ceremonias escenificadas en las saunas castreñas, en las que, además, se custodiaba el fuego común (símbolo de unidad y origen compartido), que renovaría periódicamente los hogares del castro y debía de alumbrar la fundación de nuevos asentamientos.