EL MUNDO DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA
El protagonista de la gran novela de Cervantes es un hidalgo que encarna el declive de la pequeña nobleza rural castellana. Sus peripecias lo llevan del ambiente local del pequeño pueblo manchego en que vive al batiburrillo de las ventas donde se hospeda y a casas de campo de grandes aristócratas.
EL HOGAR
lamado en realidad Alonso Quijano, don Quijote era un típico hidalgo rural. El personaje se muestra orgulloso de su condición: «Soy hijodalgo de solar conocido», declara, y alardea de que entre sus antepasados hubo «nietos de reyes» y que uno de ellos, Gutierre Quijada, fue un famoso caballero que participó en un desafío en Borgoña. Como buen hidalgo, don Quijote no trabaja, pero tampoco va a la guerra, pues sus armas están herrumbrosas. Por ello
LA ALDEA
on Quijote vive en «un lugar de la Mancha». Según el Diccionario de Autoridades, «lugar» significa «población pequeña que es menor que villa y más que aldea», y, en efecto, aunque Cervantes también la llama «aldea», era un localidad relativamente poblada, con una plaza central que se llenaba de gente los domingos, como sucede cuando don Quijote vuelve al final de la primera parte de la novela («la gente estaba toda en la plaza»). En el lugar
LA VENTA
n sus correrías por la Mancha, a lomos de su escuálido rocín y en compañía de Sancho y su asno, don Quijote se detiene en varias ventas, como hacían todos los viajeros de la época. Son establecimientos muy modestos, que ofrecen mala comida (en una sólo le dan bacalao seco y «pan negro y mugriento») y donde hay que compartir cama con otros huéspedes. Los venteros tenían mala fama, aunque los que encuentra don Quijote son
EL PALACIO DUCAL
n la segunda parte de la novela, don Quijote y Sancho se introducen en el ambiente de la alta nobleza al encontrarse casualmente, en tierras aragonesas, con dos duques que habían salido de caza. La pareja invita al caballero y su escudero a una «casa de placer» o «castillo» que tienen en las proximidades. Se trata de una mansión nobiliaria con un gran patio, caballerizas y varias salas suntuosamente adornadas «de telas riquísimas de oro y de brocados».
se pasa ocioso «los más ratos del año». Su pasatiempo preferido es la caza, actividad propia de los nobles, hasta que la sustituye por la lectura de libros de caballerías. Como muchos hidalgos, es pobre: casi toda su magra renta la dedica a la comida, nada opípara. Con él viven únicamente un ama de llaves cuarentona, su joven sobrina y un criado que se menciona sólo una vez en la novela. La sobrina, Antonia Quijana, heredará a la muerte de don Quijote todos sus bienes.
viven personas de nivel elevado: el cura, el «barbero» (un médico, licenciado de universidad) y el bachiller Sansón Carrasco. La mayoría de los habitantes, sin embargo, son campesinos, como Sancho Panza, «un labrador vecino suyo». Mientras Cervantes calla el nombre del pueblo de don Quijote, sí menciona El Toboso, el lugar próximo donde vive la amada del héroe, Dulcinea, en realidad una labradora llamada Aldonza Lorenzo, alta, fortachona y analfabeta.
mejores que la media. Su criada, Maritornes, es una moza asturiana que practica la prostitución con los huéspedes. En las ventas se alojan gentes del pueblo llano: arrieros acompañados por «mozas del partido» (prostitutas), segadores, cardadores de lana, artesanos andaluces…, pero también un ilustre juez con su séquito. Si hay problemas, el ventero llama a los cuadrilleros de la Santa Hermandad, con autoridad para detener a todo tipo de malhechores.
Para atenderla, los duques cuentan con un gran número de «criados y criadas», incluido un maestresala. En su séquito se cuenta también un cura y una dueña o dama de compañía, doña Rodríguez, una hidalga solterona famosa por su mal carácter. Los duques llevan la vida propia de la alta nobleza. Celebran refinadas comidas y se dedican con fruición a la caza, con halcones o bien formando partidas para cazar jabalíes, que duran hasta bien entrada la noche, a una de las cuales invitan a don Quijote y Sancho.