DEMÓDOCO, EL AEDO CIEGO DE LA ODISEA
En la Odisea, Homero hace intervenir a dos aedos o cantores, Demódoco y Femio, que seguramente son fieles representaciones de los poetas orales que existían en su época.
emódoco estaba al servicio de Alcínoo, el rey de la isla de los feacios (Corfú), a la que Ulises llegó como un náufrago. Sin saber quién era su huésped, Alcínoo le ofreció, hospitalario, un banquete en su palacio. Para ello, el soberano hizo llamar a Demódoco, «el aedo divino, / a quien dio la deidad entre todos el don de hechizarnos / con el canto que el alma le impulsa a entonar». Como Homero, Demódoco era ciego, pues «la Musa otorgó con un mal una gracia: / lo privó de la vista, le dio dulce voz». Situado en el centro del banquete, ante una mesa con comida y una
copa de vino, el aedo, inspirado siempre por la Musa, se puso a cantar «hazañas de héroes», empezando por la disputa entre Ulises y Aquiles. El recuerdo de aquel episodio de su propia vida emocionó profundamente a Ulises mientras lo escuchaba:
«Tal cantaba aquel ínclito aedo y Ulises, tomando en sus manos fornidas la túnica grande y purpúrea, se la echó por encima y tapó el bello rostro [...]. Mas tornaba el aedo a empezar su canción, siempre a ruegos de los nobles feacios gustosos de aquellas historias, y tapando su cara de nuevo volvía a los sollozos».