Y su villa marítima sumergida
por su magnífico teatro, la ciudad griega de Epidauro fue, gracias a su excelente puerto natural, uno de los enclaves comerciales más importantes de la península de la Argólida. En época romana, aprovechando las fértiles tierras y la fácil salida al mar de esta región, se construyeron en las zonas costeras «villas marítimas». Estos complejos, situados fuera de las ciudades, se dedicaban a la agricultura y a la elaboración de productos como vino, aceite o garum (la salsa de pescado tan apreciada por los romanos), y contaban, además, con una zona residencial reservada al propietario, que incluía espacios de recreo, baños y otras estancias caracterizadas por el lujo y las comodidades. Desde el siglo V d.c., poco más de una centuria después de su construcción, una de estas villas quedó anegada por las aguas de la bahía de Agios Vlasis, como consecuencia de la alta actividad sísmica de la zona y del crecimiento general del nivel del mar.
Nicholas Flemming, durante sus prospecciones oceanográficas en la península del Peloponeso, en las que descubrió la ciudad de Pavlopetri y otros 21 enclaves sumergidos, documentó varias estructuras en la bahía de Agios Vlasis. En 1971, el arqueólogo Charalambos B. Kritzas identificó lo que los lugareños conocían como «la ciudad sumergida», aunque realmente se trate de los restos de una villa marítima romana.
de la costa y a dos metros de profundidad, la villa se compone de tres espacios. Uno de ellos es un almacén de unos 350 m2 con una veintena de dolia, enormes contenedores de arcilla que servían para almacenar o incluso fermentar grandes cantidades de vino. Otro espacio parece destinado a albergar una prensa vinaria y un tercero quizá corresponda a las termas.