LA OTRA CAPILLA DE MIGUEL ÁNGEL
ENCARGO DE PABLO III
Pablo III mandó construir, al lado de la capilla Sixtina, una capilla privada papal de menor tamaño, conocida como capilla Paulina. Miguel Ángel realizó allí dos grandes pinturas al fresco. Pese a que era más fácil trabajar en este lugar que en la capilla Sixtina, el artista avanzó con lentitud: necesitó tres años para pintar la Conversión de san Pablo y cuatro más para la Crucifixión de san Pedro; cuatro años era lo que había tardado en pintar toda la bóveda Sixtina. Pero Miguel Ángel estaba cansado y ocupado con la conclusión del sepulcro de Julio II. Las pinturas siguen aún el estilo apocalíptico y sumamente expresivo del Juicio
Final, pero esta vez, con el concilio de Trento ya en marcha, el nuevo papa no le permitió pintar ningún desnudo.
En la Crucifixión de san Pedro, Miguel Ángel se retrató a sí mismo, algo más joven, pero con su característica toalla de escultor (asciugatoio) en la cabeza. En este autorretrato, descubierto durante la restauración que finalizó en 2009, vemos a Miguel Ángel con las facciones marcadas sobre los huesos, pero con la misma mirada terrible que muestra su Moisés.