El mote de Campeador
BIBLIA DE SANT PERE DE RODES. HACIA 1010-1025. BIBLIOTECA NACIONAL, PARÍS. explican a las víctimas sus mismos agresores: «Tened por seguro, doña Elvira y doña Sol, / que seréis escarnecidas aquí, en estos fieros montes; / hoy nos separaremos y seréis abandonadas por nosotros, / no tendréis parte en las tierras de Carrión. / Irán estos recados al Cid Campeador, / nosotros vengaremos con ésta [afrenta] la del león». Siendo huéspedes del Cid en Valencia, los infantes fueron objeto de burlas al huir aterrados de un león propiedad del Campeador, que se había escapado, y ahora, en el robledal de Corpes, se vengan desnudando a sus hijas y azotándolas.
Cuando el Cid recibe la noticia de la afrenta vuelve a reaccionar con entereza y decisión, con una paradójica expresión de gratitud similar a la que hemos visto al inicio del poema: «¡Gracias a Cristo, que del mundo es señor, / cuando tal honra me han dado los infantes de Carrión! / ¡Por esta barba que nadie nunca mesó, / no han de disfrutarla los infantes de Carrión, / que a mis hijas bien las casaré yo!». Siglos antes de que se pusiesen de moda las películas sobre juicios, el autor del Cantar advirtió las posibilidades dramáticas de un proceso judicial y las puso al servicio de su héroe.
A RODRIGO DÍAZ
ES POCO PROBABLE
En la historia literaria, el héroe épico tiende a la desmesura. Si Aquiles es colérico, los héroes germánicos que se enfrentan a monstruos (como Sigfrido o Beowulf) o que acometen cruentas venganzas resultan como mínimo grandiosos. De haberse situado el Cid en esta línea de conducta, se esperaría de él que se rebelase contra su rey, primero, y que tomase una sangrienta represalia sobre los infantes de Carrión, después. En cambio, en ambos casos opta por ceñirse al derecho.
Lo cortés no quita lo valiente
Así, ante la ira regia, el vasallo exiliado actúa de acuerdo con los preceptos recogidos en fechas cercanas por el Fuero viejo de Castilla, enviando sucesivamente al rey una parte del botín, a fin de granjearse de nuevo su favor y propiciar el final del destierro y el retorno a la corte. Para reparar la afrenta de Corpes, el padre agraviado solicita del rey una reunión judicial de la corte, «y que así obtenga justicia de los infantes de Carrión». Es allí donde los acusa formalmente, en uno de los momentos climáticos del viejo cantar: «La querella mayor no se me puede olvidar; / oídme toda la corte