Los vikingos, como no los conocíamos
Si en los últimos años se ha publicado un libro que vaya a cambiar nuestra percepción de los vikingos, es éste de la arqueóloga noruega Cat Jarman, anfitriona de un viaje extraordinario que nos conduce desde una cuenta de cornalina hallada en el cementerio vikingo de Repton, en Gran Bretaña –muy lejos del mar, y cuyos restos óseos (que Jarman estudió) probablemente pertenecen al Gran Ejército Vikingo que invadió Inglaterra–, hasta la lejana India, de donde posiblemente provenga esa cuenta roja y traslúcida. Resulta fascinante la forma en que Jarman combina el empleo de las técnicas arqueológicas más novedosas (el análisis de isótopos o de ADN, por ejemplo, explicados de forma tan clara como amena) con el estudio de las piezas que abren cada capítulo (monedas árabes, estatuillas de valquirias, piezas de juegos de mesa escandinavos, el «Buda» de Oseberg...) y los datos que aportan las sagas y otras fuentes literarias, entrelazando toda esta información con su propia experiencia personal, que incluye el hallazgo decisivo de otra cuenta de cornalina en el emporio vikingo de Vypovziv (Ucrania). El resultado es un libro que se lee como un relato de aventuras y que cambia nuestra visión de los nórdicos: la era vikinga no empieza con el famoso ataque a Lindisfarne en 793, sino en el este, con las expediciones comerciales por los ríos de Rusia y Ucrania hacia Constantinopla y más allá. Un relato en el que los vikingos –¡y las vikingas!– adquieren dimensiones muy distintas a la de guerreros sanguinarios a la que los han reducido las novelas, el cine y la televisión.