Caminos y puentes, la otra cara de la conquista
Del mismo modo que el Imperio romano dejó la huella de sus calzadas, puentes y acueductos, el Imperio español en América creó estructuras que permanecen como vestigios de su dominio y que testimonian que la obra española en el Nuevo Mundo no se limitó a la conquista militar. Dos reconocidos historiadores, Felipe Fernández Armesto y Manuel Lucena Giraldo, revelan en este libro una dimensión esencial del Imperio español sobre la que generalmente no se repara: las obras públicas que a lo largo de tres siglos permitieron defender, articular y desarrollar un territorio extensísimo, en el que la población europea fue siempre una minoría. Los autores destacan la red de caminos reales en cada virreinato, los nuevos puentes y canales, la cadena de fortalezas construidas desde finales del siglo XVI, los fuertes o presidios de frontera, los puertos y astilleros, acueductos, minas, hospitales...
Es cierto que hubo obras que se quedaron en meros proyectos, como el del canal a través de Panamá, y otras cayeron pronto en el abandono, como el canal del Dique en Cartagena. Y muchas se realizaron únicamente en los últimos años del dominio español. Por ejemplo, el puerto de Acapulco consistió en una simple playa que obligaba a desembarcar mercancías y personas en botes, y sólo en 1782 se construyó un muelle. Pero los logros fueron notables, sobre todo en el siglo XVIII, la gran época del «imperio de ingenieros» que se reivindica con justicia en este libro riguroso y lleno de historias desconocidas.