UN SABIO FORZUDO Y AVENTURERO
Cuando subió al barco vestido con ricos ropajes iraníes, todo el pasaje dedujo que era un príncipe persa que regresaba a Oriente. Durante el viaje, Burton se encerró en su camarote y pasó el tiempo acostumbrándose a hacer mecánicamente los gestos y los hábitos orientales, ya que un pequeño error en la manera de comer, beber, dormir, sentarse o incluso orinar podía revelar su verdadera identidad y dar al traste con sus planes.
Cuando Burton llegó a Egipto consideró que necesitaba un disfraz que llamara menos la atención. Una vez en Alejandría, se vistió como un derviche afgano, un disfraz que ya había usado en diversas ocasiones durante sus viajes por la India. Su objetivo era mezclarse con la población local a fin de mejorar su árabe y a la vez justificar su extraño acento. Sus curiosos vecinos, al ver que llevaba una maleta con frascos de pastillas y otras medicinas, dieron por hecho que se trataba de una especie de curandero. Esto permitió a Burton acabar de pulir su personaje: viajaría a La Meca con el nombre de Abdullah hijo de Yusuf, natural de Kabul.
FAMOSO como explorador, tanto por su viaje a La Meca como por su participación en la expedición en busca de las fuentes del Nilo (1857), en realidad Richard Burton fue mucho más: traductor, orientalista, espía, militar, cartógrafo, antropólogo y diplomático. Poseedor de una gran fortaleza física, se le consideraba uno de los mejores espadachines del Imperio británico. Burton publicó más de cuarenta libros sobre sus expediciones y viajes. Además, tradujo las Mil y una noches, el Kamasutra, Los Lusiadas de Camoes, poesía latina y varias compilaciones de folclore africano e hindú.
Ya en El Cairo, Burton adquirió provisiones para la peregrinación a La Meca, pues cada viajero debía arreglárselas por sí mismo en lugares muy alejados de la civilización. Además de las ropas rituales se hizo con algunas armas. Para tomar notas de todo lo que se iba encontrando, Burton modificó las tapas de un ejemplar del Corán que siempre llevaba consigo, creando compartimentos secretos para ocultar un reloj, una brújula, algunas plumas y pequeños trozos de papel. Sin revelar cuál iba a ser su ruta, compró dos camellos