SUELO SAGRADO
había trazado un plan de excavación del lugar, Curtius tuvo que esperar dos decenios para lograr el apoyo del emperador alemán Guillermo I, que en 1872 promovió la creación del Instituto Arqueológico Alemán de Atenas y enseguida hizo gestiones a través de su embajador en Grecia para obtener del gobierno heleno la concesión de la excavación en Olimpia. El acuerdo, firmado en 1874, estableció que todas las piezas descubiertas se quedarían en Olimpia a menos que existiesen ejemplares idénticos.
Desenterrar Olimpia
Desde octubre de 1875, Curtius, sus principales colaboradores –el arqueólogo Gustav Hirschfeld y el arquitecto Adolf Bötticher– y un contingente de quinientos operarios se dedicaron a la ingente tarea de desenterrar por completo los restos de la antigua Olimpia.
EN 1852, CURTIUS instó al gobierno prusiano a asumir la excavación de Olimpia: «Lo que yace allí sepultado en la oscuridad es vida de nuestra vida. Quizás otros designios divinos hayan descendido sobre la Tierra presagiando una paz más profunda que la de la tregua olímpica; sin embargo, Olimpia es para nosotros suelo sagrado
[...]. Debemos acoger el entusiasmo, el fervor patriótico [...] y la dicha que sobrevive a todas las pruebas que nos depara la vida».