Juan, el peor rey de Inglaterra
El monarca más odiado de Inglaterra
70
Tras la muerte de Ricardo Corazón de León subió al trono de Inglaterra su hermano pequeño Juan Sin Tierra. Cruel hasta lo despiadado, Juan perdió muchas posesiones de la dinastía en Francia, fue excomulgado por la Iglesia y se vio obligado a firmar la Magna Carta, un documento constitucional que limitaba su poder.
Contrapunto malévolo de su hermano Ricardo Corazón de León, Juan Sin Tierra ha pasado a la historia como un príncipe desleal y sin escrúpulos, que acabó excomunicado por la Iglesia y humillado por una revuelta de barones
Juan Sin Tierra es el más legendario rey villano en la historia de Inglaterra. Su temperamento revanchista hasta la crueldad, su deslealtad y su enfrentamiento con la Iglesia, el estamento al que pertenecían los cronistas que escribieron su historia, han oscurecido cualquier cualidad que pudiese tener como rey. La figura de Juan I contrasta además con la de su hermano Ricardo Corazón de León, el héroe inglés por excelencia. Ricardo pasó a la historia como uno de los más gloriosos reyes de Inglaterra, aunque sólo estuvo seis meses de su reinado allí y su lengua materna era el francés. En cambio, a Juan se le suele tachar de haber sido el «peor» rey de Inglaterra, y ningún otro rey inglés llevaría su nombre. La mala fama de Juan quedó definitivamente consagrada en la novela histórica de Walter Scott, Ivanhoe, donde se lo presenta usurpando el poder de su hermano Ricardo mientras éste está prisionero en Alemania.
La imagen negativa de Juan Sin Tierra está muy relacionada con la de la dinastía a la que pertenecía, los Plantagenet. Éstos eran un linaje de la aristocracia feudal francesa que dominaba el condado de Anjou, y cu
yo sobrenombre venía de la retama que los caballeros se colocaban al entrar en batalla. El abuelo de Juan, Godofredo, se casó con Matilda, heredera de Enrique I de Inglaterra, quien a su vez era el hijo del caballero normando que conquistó el país en 1066, Guillermo I. En 1154, tras un largo conflicto sucesorio, el hijo de Godofredo y Matilda, Enrique, fue coronado rey de Inglaterra.
Imperio anglofrancés
Enrique II no fue sólo rey de Inglaterra. A través de su madre recibió también el dominio de Normandía, mientras que de su padre heredó el condado de Anjou, lo que le daba el control de todo el noroeste de Francia. Estos vastos estados se incrementaron aún más cuando Enrique desposó a Leonor de Aquitania, heredera de un extenso dominio en el centro y el sur de Francia. Todo este conglomerado territorial, al que se sumaba el control de Gales y buena parte de Irlanda y la sumisión del rey de Escocia, constituyó el llamado Imperio angevino o Plantagenet.
Tan extensas posesiones alimentaban la codicia de muchos, empezando por los propios hijos de Enrique II y Leonor. Cuando Juan nació, su padre ya había distribuido los
títulos de sus dominios entre sus tres hijos varones vivos: Enrique, Ricardo y Godofredo. Por eso el propio rey apodó a su último vástago Johans Sanz Terre, Juan Sin Tierra. Cabría pensar que esta broma hizo que desde su infancia Juan estuviera ávido de posesiones territoriales que compensaran su marginación. Pero lo cierto es que Enrique no tenía la menor intención de menospreciar los derechos de su hijo menor. De hecho, pronto se convirtió en su favorito. El rey pasó mucho tiempo con Juan en su infancia. Tras intentar en vano educarlo para una carrera eclesiástica en la abadía de Westminster, previó concederle extensas tierras a través de su futuro matrimonio con la hija del conde de Maurienne, lo que provocó la rebelión de los hermanos mayores de Juan. Más tarde Enrique hizo que los rudos barones anglonormandogaleses que guardaban sus dominios en Irlanda le rindieran homenaje por sus feudos, junto a sí mismo como rey.
Sin embargo, Juan debió regresar a Inglaterra al cabo de sólo seis meses, tras provocar múltiples conflictos con los líderes de la isla. Por entonces empezó a ganarse una fama de político irresponsable y caprichoso. Un cronista contemporáneo, el monje Gerardo de Gales, retrataba así al príncipe Juan a los 19 años: «atrapado en las fatigas y tentaciones de la inestable y disoluta juventud, era como cera maleable a las impresiones del mal, pero, empecinado contra aquellos que le advirtiesen de su peligro, complaciente al capricho del momento, no oponía resistencia a los impulsos de la naturaleza».
El príncipe desleal
Otro rasgo que lo caracterizó desde joven fue su propensión a la deslealtad. Enrique II lo comprobó con amargura al final de sus días. Postrado tras una caída de caballo, había ordenado a su fiel Guillermo el Mariscal que preparara una lista de traidores que conspiraban contra él, pero cuando Guillermo empezó a leer la lista vio que el primer nombre
era el de Juan Sin Tierra. El rey se percató y le dijo: «Ya habéis dicho bastante». Murió tres días más tarde.
Pese a las disputas que habían mantenido en el pasado, Juan fue enseguida a ver al nuevo rey, su hermano Ricardo, para confirmar su herencia. Corazón de León lo recibió cordialmente en Normandía y mostró su característica generosidad: lejos de dejarlo «sin tierra», le concedió de inmediato cuantas su padre le había otorgado nominalmente (incluyendo las del condado de Nottinghamshire del legendario Robin Hood y los beneficios del bosque de Sherwood), y le confirmó en el importante título de conde de Mortain. El matrimonio con su prima Isabel de Gloucester el 6 de agosto añadió a Juan un título que lo convertía en el señor de la Marca (o frontera) de Gales. A esto se sumaba el señorío de Irlanda heredado de su padre.
Un año después de acceder al trono, Ricardo marchó a Tierra Santa a liberar Jerusalén, que acababa de ser conquistada por Saladino. Sabedor de las ambiciones y de la falta de escrúpulos de su hermano pequeño, dejó el gobierno de Inglaterra en manos del canciller William Longchamp. Juan enseguida empezó a intrigar contra William hasta lograr su destitución, mientras recorría el país haciéndose reconocer por todos y dando a entender que Ricarlo nunca volvería. Se decía también que entró en tratos con el rey de Francia, Felipe Augusto, cuando éste volvió de la cruzada a la que había ido junto a Corazón de León. En Francia, Leonor trataba de frenar a Juan, «temiendo que, con su carácter ligero, el joven llegase a prestar oídos a los consejos de los franceses y tramase la ruina de su hermano».
Finalmente Ricardo también abandonó Tierra Santa, pero mientras atravesaba Alemania fue capturado por un príncipe que era enemigo personal suyo y que lo entregó al
Leonor de Aquitania temía que Juan Sin Tierra «tramase la ruina de su hermano», Ricardo Corazón de León
emperador, quien demandó por él un enorme rescate. Juan aprovechó este cautiverio para intentar tomar el pleno control de Inglaterra, pero su empeño fracasó ante la lealtad que inspiraba el rey Corazón de León. Al fin liberado y de vuelta a Inglaterra, Ricardo despojó a su hermano de sus tierras, pero un año después ambos se reconciliaron. Nadie imaginaba que Ricardo moriría pocos años más tarde, en 1199, por una herida sufrida durante el sitio a un castillo francés que se gangrenó fatalmente. En su lecho de muerte, instado por su madre, Ricardo perdonó las traiciones de Juan y lo nombró su sucesor, por encima del hijo de su hermano mayor Godofredo, Arturo de Bretaña, quien según muchos tenía un derecho más legítimo, pero que era aún un niño de 12 años. El carácter impulsivo y vengativo hasta la crueldad del rey Juan contrastaba con la cordial generosidad de su antecesor. Era un rasgo fatal en un mundo en que los monarcas necesitaban forjar alianzas y mantener lealtades. Nada más acceder al trono, Juan anuló su anterior matrimonio con Isabel de Gloucester, de quien no había tenido hijos, para casarse con Isabel de Angulema. Fue una decisión repentina que a veces se ha presentado como fruto de un encaprichamiento por una bella joven de apenas 12 años. En realidad, el enlace era fruto de un cálculo político. Isabel le proporcionaba derechos y aliados en los territorios de Angulema, pero sobre todo al casarse con ella Juan rompía el matrimonio acordado previamente con Hugo de Lusignan, que habría otorgado a éste un gran poder en el oeste de Francia.
Los Lusignan protestaron a su señor feudal, el rey de Francia, y éste convocó a Juan, su vasallo en los territorios franceses, para dirimir el conflicto. Pero el rey inglés desoyó el mandato, negándose a reconocer a Felipe Augusto como su superior, de modo que éste, ejerciendo su potestad feudal, lo condenó como traidor, lo despojó de sus territorios en Francia y entregó estos al sobrino de Juan,
Arturo de Bretaña. A esto siguió una guerra abierta entre el rey de Francia y Juan Sin Tierra por las tierras que este último tenía en el continente.
Crimen de Estado
Pese al apelativo de «Espada Floja», Juan demostró en este conflicto una real destreza militar. Las tropas de los Lusignan invadieron el Poitou y pusieron sitio al castillo de Mirebeau, donde se encontraba Leonor de Aquitania. Al enterarse, Juan corrió con su ejército casi 130 kilómetros en dos jornadas, deshizo el asedio y tomó más de doscientos prisioneros. Entre éstos se encontraba su sobrino Arturo. Juan era consciente de que Arturo era visto por muchos como el heredero legítimo no sólo de las tierras francesas de los Plantagenet, sino también de la corona inglesa. Después de que fuera trasladado a una prisión en Ruan, nunca más se supo del infortunado príncipe de 16 años. Algunos dijeron que Juan, borracho en un ataque de ira, lo mató con sus propias manos; según otros, encargó el asesinato a Guillermo de Braose, un noble especializado en los trabajos sucios. Leonor, la hermana mayor de Arturo, fue encerrada de por vida en el castillo de Bristol.
No fue ésta la única demostración que dio Juan Sin Tierra de su carácter implacable y cruel. Hizo también trasladar al castillo de Corfe, en el sur de Inglaterra, a una veintena de prisioneros de Mirebeau con una carta para su gobernador en la que se le ordenaba dejarlos morir de hambre, como así se hizo. Esto no impidió que los franceses, con recursos militares muy superiores, conquistaran Normandía en 1204 y dos años después el Anjou, Maine y partes del Poitou. El gran Imperio Plantagenet se estaba descomponiendo.
Tras estas pérdidas territoriales, Juan Sin Tierra trasladó su residencia habitual a Inglaterra, algo que probablemente hizo
El carácter impulsivo y vengativo hasta la crueldad del rey Juan contrastaba con la cordial generosidad de su antecesor
de buen grado, pues Juan era el primer rey desde la conquista normanda que hablaba bien la lengua del país. Decidido a tomarse el desquite frente a Francia, llevó a cabo una reforma de la administración, incrementó los impuestos y lanzó una investigación sobre los títulos feudales de los caballeros. Ello provocó el resentimiento de muchos nobles, a los que el rey trataba sin contemplaciones. El mejor ejemplo de los métodos que Juan Sin Tierra empleaba con sus barones es lo que le sucedió a William de Braose, favorito suyo durante años. En 1206 William cayó en desgracia, supuestamente por no haber pagado al monarca unas sumas de dinero relacionadas con los feudos que había recibido, y huyó a Irlanda mientras Juan le confiscaba sus estados. El noble se refugió luego en Gales, donde ayudó al príncipe Llywelyn el Grande a alzarse contra el monarca inglés. Perseguido por éste, acabó huyendo al reino de Francia. Pero Juan Sin Tierra capturó a la esposa y al hijo de William y los encerró en las mazmorras de los castillos de Windsor y Corfe, donde los hizo morir de hambre. Se contó que la mujer, Maud, devoró el cadáver de su hijo antes de morir ella misma.
Todos contra Juan
Por si esto fuera poco, su decisión en 1207 de rechazar la designación de Stephen Langton como arzobispo de Canterbury embarcó a Juan Sin Tierra en un largo conflicto con el papado. Durante cinco años Inglaterra quedó bajo el interdicto papal, lo que significaba que no se podían celebrar servicios religiosos en ninguna iglesia del país. Juan aprovechó esta situación para llenar sus arcas con las rentas de los cargos eclesiásticos que quedaban vacantes. Pero el hecho de que el papado lo hubiera excomunicado expo
nía al rey a que lo depusieran sus enemigos. En 1211, los principales barones del país organizaron un complot para matarlo durante una campaña contra los rebeldes galeses, pero no lograron su intento.
Juan intentó salir de esta situación reconciliándose con la Iglesia. Declaró al reino de Inglaterra vasallo del papado, al que se comprometió a pagar una gruesa suma anual. A cambio, esperaba que el pontífice se convertiría en un aliado en su lucha contra los barones y contra el rey de Francia. Pero los acontecimientos no se ajustaron a sus deseos. En Francia, Juan sufrió una derrota definitiva frente a Felipe Augusto en la batalla de Bouvines. A su vuelta a Inglaterra, muchos nobles se unieron contra él, marcharon sobre Londres y finalmente lo forzaron a firmar la Magna Carta, un documento por el que el monarca satisfacía diversos agravios de la nobleza, la Iglesia y otros sectores de la población y, sobre todo, se comprometía en adelante a que sus súbditos fueran juzgados por tribunales, y no por su voluntad arbitraria. Si el monarca violaba los términos de la Carta, una comisión de 25 nobles podría condenarlo como tirano y deponerlo.
Juan Sin Tierra repudió la Carta en cuanto pudo recobrar el apoyo del papa, pero murió muy pronto, de una enfermedad intestinal, en plena guerra contra sus barones, que trataban de imponer como nuevo rey a un príncipe francés. Lo sucedió su hijo Enrique, entonces un niño de nueve años. La lealtad inquebrantable de unos pocos barones, en particular Guillermo el Mariscal, salvó el trono de Enrique III y a la vez el legado de la Magna Carta. Juan Sin Tierra, en cambio, quedó en la memoria inglesa como «el mal rey Juan», el odioso tirano que inmortalizaría Walter Scott.