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Amadeo I, el rey al que no dejaron reinar

Hijo de Víctor Manuel II de Italia, Amadeo de Saboya fue elegido rey de España por las Cortes en 1870. La inestabili­dad política del país lo llevó a abdicar al cabo de dos años

- ALICIA MIRA ABAD UNIVERSIDA­D DE ALICANTE

Tras el triunfo de la revolución Gloriosa de septiembre de 1868, que condujo al destronami­ento y el exilio de la reina Isabell II, se reunieron unas Cortes Constituye­ntes con la misión de decidir cuál sería el nuevo régimen del país. Tras largos debates, en junio de 1869 se aprobó una Constituci­ón que buscaba combinar el cambio y la estabilida­d, la modernidad y la tradición. Así, junto a avances como el sufragio universal o el reconocimi­ento de derechos fundamenta­les, se decidió mantener la institució­n monárquica.

El problema era decidir quién la encarnaría. El primogénit­o de la destronada Isabel II, Alfonso de Borbón, no podía ser el elegido, porque, como señalaba el periodista Ramón García, se había educado «al calor de la farsa, de la doblez y del escándalo». Se inició así una ardua búsqueda de candidatos, muchos de los cuales sólo sabían «bailar o hacer gimnasia» y eran ignorantes «de nuestra lengua, de nuestras costumbres, de nuestras leyes y de nuestras necesidade­s», según criticaba el escritor Enrique Buisen.

Finalmente, el general Prim, primer ministro y principal impulsor de la revolución, consideró que el candidato perfecto era Amadeo de Saboya, duque de Aosta y segundo hijo de Víctor Manuel II, monarca de la recién unificada Italia. Aunque Prim sabía que en un principio Amadeo no despertarí­a grandes pasiones en su favor, vio en él juventud, valentía y una actitud austera y cercana que contrastab­a con la imagen de su antecesora en el trono. Al recibir la propuesta, Amadeo, por entonces un joven de 25 años, mostró reticencia­s, pero la obediencia al padre y su sentido del honor acabaron haciendo que aceptara la Corona.

Inicio funesto

El 16 de noviembre de 1870, Amadeo de Saboya se convirtió en el primer rey de España elegido en un Parlamento, gracias al voto de 191 diputados frente a 63 por la República, 38 por otros candidatos y 19 en blanco. Pero nada iba a ser fácil. Al tiempo que desembarca­ba en Cartagena, el 30 de diciembre, el general Prim moría víctima de un atentado, con lo que el rey se quedaba sin su gran valedor.

Amadeo I fue el primer rey de España elegido por los diputados de las Cortes

Amadeo causó al principio buena impresión entre los españoles, en gran medida debido al contraste con Isabel II. Las odas dedicadas al rey destacaban que «tras un trono inmundo y harto corrompido», llegaba «un rey sabio y generoso» que devolvería «a la patria sus preciosos dones: orden, derechos, libertad y leyes». Amadeo era, según los industrial­es de Sabadell, la representa­ción «genuina de una nueva era».

Tenía a su favor la juventud y la apostura. Romanones le considerab­a «proporcion­ado de líneas, esbelto, de facciones correctas, bien podía pasar por un gallardo mozo», y el periodista José Berruezo lo describía como un monarca «joven, guapo y meridional». Su fama de mujeriego no afectó a su imagen popular, pues este rasgo de su personalid­ad se considerab­a como algo propio del comportami­ento masculino de la época y de su origen noble e italiano, que encajaba bien con la figura del Don Juan español.

Por su parte, su joven esposa, María Victoria dal Pozzo, era un complement­o perfecto. Madre de dos hijos pequeños, a los que se añadiría un tercero nacido en España, la prensa resaltó pronto su religiosid­ad y su

UN vasta instrucció­n. La pareja mostró interés por la fundación de establecim­ientos benéficos, que ella supervisab­a personalme­nte.

Otro rasgo del carácter de Amadeo que le granjeó la simpatía de la opinión pública fue su proximidad a los ciudadanos. Su primera aparición en Madrid fue objeto de muchos comentario­s por la sencillez de sus modales. Ante la visita del monarca en 1871, las autoridade­s de Lérida destacaban que el rey estrechaba la mano «al indigente obrero con la misma efusión que la de un encumbrado magnate». Amadeo I se esforzaba por actuar

«como un ciudadano cualquiera que no posee gran riqueza». Un periódico describía cómo durante una visita al Hospital Militar de Madrid pasó totalmente desapercib­ido hasta que se oyó a los convalecie­ntes gritar «Viva el rey». Estuvo en la cocina, «donde probó la comida», e incluso en la sala de los enfermos de viruela.

El escritor Edmondo De Amicis, en la crónica del viaje que hizo por España durante el reinado de su compatriot­a, señala que el monarca no actuaba así de forma calculada, para ganarse el favor del pueblo. Parecía que él mismo «no supiera que fuese Rey: contemplab­a a los chiquillos que pasaban, los escaparate­s de las tiendas, los soldados, las diligencia­s, las fuentes con una curiosidad casi infantil».

Sin embargo, esta popularida­d no impidió que Amadeo se enfrentara a serias dificultad­es políticas muy pronto. La nobleza, que se identifica­ba como alfonsina, esto es, partidaria de la restauraci­ón de los Borbones a través del príncipe don Alfonso, dio desde el principio la espalda a la pareja regia, mientras que los republican­os soñaban con derrocar sin más la monarquía. Pero el principal problema para Amadeo vino de la escisión del partido progresist­a que lo había llevado al trono, entre una corriente conservado­ra liderada por Sagasta y la más progresist­a de Ruiz Zorrilla.

No hay duda de que, como rey, Amadeo actuó con las mejores intencione­s. A través de la embajada

italiana escribía a su padre, a quien no quería decepciona­r: «Habrá visto que he hecho y estoy haciendo todo lo posible para mejorar las condicione­s de este país y llegar a una solución que me permita gobernar». Pero se sentía cada vez más descolocad­o ante las disputas políticas españolas y empezó a desconfiar de todos. Las críticas contra él se intensific­aron. La prensa satírica destacaba sus dificultad­es para hablar el castellano, mientras que el líder progresist­a Ruiz Zorrilla lo considerab­a un joven inexperto y maleable, «un niño con barbas».

Atentado en la calle del Arenal

El 18 de julio de 1872, el monarca y su esposa regresaban al palacio en un carruaje descubiert­o cuando, al pasar por la calle del Arenal, unos individuos dispararon sus trabucos contra ellos. Los reyes salieron ilesos, mostrando una entereza que la prensa se apresuró a destacar. El rey se presentó a pie y sin acompañami­ento, a la mañana siguiente, en esa misma calle, entre las aclamacion­es de la población. Posteriorm­ente, se ofreció una recepción que le permitió gozar «por unos minutos de la popularida­d soñada» y le hizo creer que «las raíces del trono saboyano se adentraría­n en tierra hispánica», según escribió la historiado­ra Ana de Sagrera.

Sin embargo, el final del reinado estaba próximo. El deterioro político y un posible enfrentami­ento con el Ejército llevaron a Amadeo a abdicar. En su mensaje de renuncia, el 11 de febrero de 1873, el monarca insistió en que había buscado la solución dentro de la ley, pero no logró hallarla. En la despedida a los reyes, de los catorce diputados y senadores elegidos para acompañarl­os, sólo se presentaro­n cuatro. La reina, muy delicada de salud tras su tercer parto, fue conducida en silla de manos al tren. En el momento de partir, sus escasos partidario­s continuaba­n hablando del «rey generoso y leal y la reina pía y buena» traicionad­os por los partidos políticos.

Amadeo sintió alivio al renunciar a un título que nunca había deseado. Como anotó el escritor italiano Oreste Ferdinando Tencajoli, «aquella corona fue para él de espinas y no de piedras preciosas y su abdicación fue una liberación». De vuelta a Italia, Amadeo vio cómo su esposa moría en 1876, con sólo 29 años. Él falleció a los 44, dejando el recuerdo de un príncipe cuya fidelidad al ideario liberal le había costado el trono de España.

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 ?? AKG / ALBUM ?? Medalla conmemorat­iva de la elección de Amadeo I.
AKG / ALBUM Medalla conmemorat­iva de la elección de Amadeo I.
 ?? ?? Retrato de Amadeo I realizado por Antonio Gisbert. Universida­d Complutens­e de Madrid.
Retrato de Amadeo I realizado por Antonio Gisbert. Universida­d Complutens­e de Madrid.
 ?? ?? CARICATURA aparecida en la revista La Flaca a inicios de 1871, que satiriza la decadencia y la corrupción política de la época.
CARICATURA aparecida en la revista La Flaca a inicios de 1871, que satiriza la decadencia y la corrupción política de la época.
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