PROUST, ADMIRADOR DE FORTUNY
de Wagner, obra que desde su adolescencia le había fascinado e inspirado. Al año siguiente diseñó el vestuario de una obra de teatro de Gabriele D’annunzio, Francesca da Rimini, protagonizada por Eleonora Duse, a quien volvería a vestir tiempo después en un drama de Henrik Ibsen.
Esta actividad teatral reavivó en Mariano Fortuny el interés por la indumentaria, que ya había experimentado observando los tejidos de la colección de su madre. La vida en Venecia aguzó igualmente su sensibilidad. Allí, Fortuny tuvo la oportunidad de estudiar a los grandes artistas vénetos, como Carpaccio y Tintoretto, maestros en el uso del color, y pudo asimilar la estética de los tejidos orientales y de las evanescentes atmósferas de la laguna.
Pero la influencia determinante que lo llevó a aventurarse en la elaboración de tejidos fue la de una mujer que se convertiría en su esposa y a la vez en su inseparable y apasionada colaboradora artística: Adèle Henriette Elisabeth Nigrin, conocida simplemente como Henriette. Probablemente se conocieron
EN 1900, durante su primer viaje a Venecia, Marcel Proust visitó a Cecilia Madrazo y a su hijo en el palacio Martinengo, donde ambos vivían. Quizás entonces vio ya en Fortuny al «mago de Venecia», como lo llamaría. Además, Maria Hahn, hermana de su amigo íntimo el compositor Reynaldo Hahn, era cuñada de Cecilia. En una carta a Maria, Proust le decía, a propósito de la historia de En busca del tiempo perdido: «Desde que Albertine se ha convertido en mi prometida, me habla de los vestidos de Fortuny, que a partir de este momento indico siempre por su nombre, y la sorprendo regalándole algunos». en París en 1902, y ese mismo año se reunieron en Venecia. A causa de la oposición de la madre de él, no se casaron hasta 1924, pero ambos colaboraron inmediatamente en la realización de tejidos. En 1907 fundaron un taller de estampación artística. Su sede, el actual Museo Fortuny, se hallaba en el palacio Pesaro degli Orfei, en el barrio de San Marco. Allí cobraron vida las telas para mobiliario y confección. El propio Fortuny destacó el papel activo de su esposa, anunciando la creación del taller con estas palabras: «Mi mujer y yo he
mos fundado en el palacio Orfei un taller de estampación que sigue un método totalmente innovador [...]. El taller comenzó con chales de seda y evolucionó hacia los vestidos».
El chal al que se refería el artista era una prenda inspirada en el himatión, la capa drapeada que utilizaban originalmente los hombres de la antigua Grecia. Fortuny la llamó Knossos. La tela se estampaba con sellos de madera, que creaban motivos –principalmente botánicos– tomados del repertorio del arte griego, ya fuese minoico, cretense o clásico.
La prenda que en 1909 consagró definitivamente a la pareja en el sector de la moda a escala mundial fue un vestido al que llamaron Delphos. Para comprender el éxito de esta sencilla túnica de estilo jónico, inspirada en la estatua del Auriga de Delfos encontrada en 1896, hay que recordar que en aquella época todavía dictaban la moda los vestidos voluminosos, los corsés y las enaguas que ceñían el cuerpo.
Un nuevo estilo
El vestido Delphos caía libremente sobre el cuerpo y dibujaba con naturalidad la silueta femenina. Era un himno a la libertad del cuerpo, y una declaración de que el arte también podía intervenir en el acto cotidiano de vestirse. El corte minimalista se adornaba con un cordón de cuentas de cristal de Murano, un homenaje a Venecia, para ajustar el escote y las mangas.