EL PASO AL MÁS ALLÁ
Con el Mesolítico se extienden y consolidan las prácticas funerarias. Los enterramientos se multiplican, y, sobre todo, aparecen las necrópolis: los difuntos son inhumados en un espacio determinado. En yacimientos portugueses, como Cabeço de Amoreira, se han documentado cientos de tumbas en fosa en el mismo campamento, con cuerpos a veces depositados en posturas muy forzadas, y ajuares que incluyen ocre, huesos de animales, moluscos y adornos personales de conchas. En este sector atlántico, las sepulturas no proporcionan pruebas de diferencias sociales, pero en el área bretona y nórdica estas son frecuentes. En Téviec y Höedic, dos islas bretonas, los adornos corporales permiten constatar la diferenciación social por sexo y edad. Los ajuares de los jóvenes son menos abundantes que los de los adultos, y las conchas de hombres y mujeres son diferentes. Incluso a algunos difuntos los rodearon con notables collares, cornamentas y conchas, hecho que los arqueólogos identifican como propio de una sociedad segmentada, en la que ciertos personajes o algunas familias gozaban de relevancia y privilegios. Del mismo modo, en Dinamarca y Suecia se han documentado una incineración (algo muy infrecuente), restos de la vestimenta con la que fueron sepultados los difuntos y numerosos ajuares, e incluso la sepultura de una persona acompañada de un perro. Destaca una mujer con más de 200 dientes en torno a la cabeza y un recién nacido en sus brazos; posiblemente se trate de una madre y su hijo, que fallecieron durante el parto. Las primeras necrópolis no solo hablan de la vinculación de los muertos con los vivos, sino de la aparición de la territorialidad, es decir, de la imbricación de los difuntos y su grupo con el territorio en el que habitaban.
CONCIENCIA ANTE LA MUERTE
LA PEQUEÑA DE ARMA VEIRANA
Arriba, recreación del enterramiento de una niña de entre 40 y 50 días en la cueva de Arma Veirana (Italia) hace algo más de 10.000 años. Los arqueólogos creen que fue inhumada en un portabebés al que estaban cosidas las más de 70 cuentas de concha halladas en la sepultura junto con cuatro colgantes.
LA CHAMANA DE BAD DÜRRENBERG
En 1934 se halló en Bad Dürrenberg la tumba (reexcavada en tiempos recientes) de una mujer que vivió hace entre 9.000 y 8.800 años, y que los investigadores consideran que fue una chamana.
Tenía el cabello oscuro, la tez relativamente oscura y los ojos azules. En esta recreación la vemos equipada con elementos hallados en su sepultura, como los que se pueden ver arriba: cuernas de corzo junto con decenas de dientes de animales y varios colmillos de jabalí perforados.