ENTRE DOS MUNDOS
Aunque las creencias de los grupos mesolíticos son un mundo difícil de comprender, se ha documentado en ellos la práctica del chamanismo. La persona chamana actúa como intermediaria entre el mundo natural o material y el de los espíritus. Es capaz de fluir entre ambas dimensiones mediante el trance, para modificar el mundo real con profecías y proyecciones de lo que va a ocurrir o lo que hay que hacer para que algo suceda. A veces también se le atribuye capacidad sanadora. Es un personaje relevante con cualidades especiales reconocidas por el grupo, y media entre este, los espíritus y la naturaleza. La práctica chamánica consiste en conectar con el mundo de los espíritus -buenos o malos- para, como mediador, encontrar respuestas y orientar a las personas y al grupo en sus acciones. El viaje entre ambos mundos
-el trance o ensoñación- se consigue mediante sustancias psicotrópicas, ayuno, bailes y músicas intensas. Algunos antropólogos piensan que es una práctica con origen en el Paleolítico Superior, hace al menos 15.000 años; así lo indicarían grabados y pinturas rupestres con imágenes de seres en parte animales y en parte humanos, que servirían para que estos últimos se apropiaran de las cualidades de los primeros. En tal sentido, el chamanismo tiene estrechos vínculos con el totemismo, en el que un animal (u otro elemento de la naturaleza) se toma como emblema protector del grupo, y a veces como su ascendiente. El hallazgo de Bad Dürrenberg (Alemania) confirma la práctica chamánica en grupos mesolíticos de hace 9.000 años. Se trata de una mujer adulta enterrada en posición sedente, acompañada de un amplio ajuar y con el esqueleto de un niño que, según los análisis genéticos, era su tataranieto.
OFRENDAS PARA LA DIFUNTA
Cerca de la fosa de la chamana se descubrió una segunda fosa que contenía dos máscaras hechas con astas de ciervo, similares a las que se han descubierto en el poblado mesolítico inglés de Star Carr, una de las cuales vemos arriba.
CHAMANES DE LA PREHISTORIA