ATAQUE SORPRESA DE LOS BELGAS
n el año 57 a.c., Julio César se lanzó a la conquista de los belgas, a los que consideraba «los más valientes» de los pueblos galos. Dentro de ellos, los más fieros e indómitos eran los nervios, un pueblo asentado junto al río Escalda, en la actual frontera entre Francia y Bélgica. Tras la victoria de César contra los suesones en Noviodunum, y mientras otros pueblos, como los belovacos y los ambianos, optaban por someterse al poder romano, los nervios tramaron una contraofensiva en alianza con otros pueblos belgas vecinos: los atrebates, los viromanduos y los aduátucos.
Territorio enemigo
César dirigió el avance de sus ocho legiones por tierras de los belgas. Al llegar a orillas de un río –el Sambre, según la identificación tradicional, aunque hoy se piensa que pudo ser el Selle o el Escalda–, ordenó a sus legionarios que construyeran un campamento. Pero cometió un grave error: no estableció una barrera de tropas de infantería para proteger a los soldados que habían cambiado las armas por las palas. Los nervios y sus aliados, que vigilaban la trayectoria de los romanos, estaban esperando justo esa oportunidad para lanzar un ataque por sorpresa desde la otra orilla del río, donde permanecían ocultos en el bosque. En sus Comentarios, César escribió: «De repente salieron con todas sus tropas y atacaron a nuestros jinetes, batiéndolos y desordenándolos. Luego corrieron hasta el río con rapidez increíble [...] y con la misma rapidez se dirigieron colina arriba contra nuestro campamento y los que en él trabajaban».
Pese a la conmoción, los legionarios lograron organizar la resistencia, pero un ala de las fuerzas romanas sufrió graves pérdidas y se desbandó. Entonces intervino César en persona, según él mismo contó en sus Comentarios: «Arrebató el escudo a un soldado, se adelantó hasta la primera fila y, llamando por sus nombres a los centuriones y arengando a los demás soldados, mandó avanzar [...] Con su llegada cobraron esperanza y nuevos bríos los soldados». Los nervios sufrieron una derrota total, o más bien padecieron una masacre. «Al referir la desgracia de su pueblo, afirmaron que de 600 senadores habían quedado tres, y de 60.000 combatientes apenas se habían salvado 500».