UNA MUJER LIBRE EN SU VIDA PRIVADA
tactos en el mundo del socialismo. Tras la muerte de sus padres regresó a Rusia para cuidar de su hijo. Ingresó entonces en el partido obrero socialdemócrata, el futuro partido comunista. Impactada por la brutal represión del movimiento revolucionario en San Petersburgo en 1905, empezó a dar charlas en fábricas, en las que se reveló como una fenomenal oradora.
Kollontai tomó conciencia de la doble subordinación a la que estaban sometidas las mujeres obreras, a la vez por su posición social y por su sexo. Y advirtió «lo poco que nuestro partido se interesaba por el destino de las mujeres», según recordaba en su autobiografía. Desde entonces trató de que la causa de las mujeres se convirtiera en uno de los objetivos principales del movimiento obrero. Pero la mayoría de sus compañeros la consideraban una causa secundaria, opinión que compartían las mujeres del partido: «No entiende que va a dividir el movimiento revolucionario», la criticaba otra revolucionaria, Vera Zasulich.
En 1908, Alexandra tuvo que huir de Rusia por sus actividades clandestinas. Instalada en Berlín, viajó
ALEXANDRA KOLLONTAI estaba convencida de que en la nueva sociedad socialista las relaciones amorosas debían darse en condiciones de igualdad y respeto, y terminar cuando dejaran de ser satisfactorias. Esos principios los aplicó también a su propia vida. Tras separarse de su marido, Alexandra tuvo numerosas parejas, como por ejemplo los revolucionarios Aleksandr Shliapnikov y Pavel Dybenko. «He organizado mi vida íntima de acuerdo a mis propios principios, sin disimular ya más mis vivencias amorosas, como lo hace el hombre», afirmaba orgullosa en su autobiografía. por Europa, donde conoció a grandes figuras del movimiento marxista. Empezó entonces a defender abiertamente su filosofía sobre las relaciones sexuales: consideraba que ambos sexos debían tomárselas de forma natural, como una necesidad más, lo que escandalizó a muchos compañeros.
Kollontai vivió el inicio de la primera guerra mundal en Alemania, donde asistió horrorizada a la aprobación del presupuesto de guerra por parte del partido socialdemócrata alemán, decisión que calificó en su autobiografía de «una calamidad sin
EL GOBIERNO BOLCHEVIQUE parangón». Desde entonces se dedicó en cuerpo y alma a poner fin a la guerra, lo que la acercó a Vladimir Lenin, que compartía este ideal.
En 1917 estalló la Revolución rusa y Alexandra pudo volver a su país. Su ardiente compromiso político le valió el sobrenombre de «Valkiria de la Revolución». Como estrecha colaboradora de Lenin defendió la salida de Rusia del conflicto. El día «más grande, más memorable» de su vida fue el 26 de octubre de 1917, cuando el Gobierno revolucionario que acababa de tomar el poder declaró la paz.
Kollontai fue nombrada comisaria del pueblo de asuntos sociales. Aunque afirmó que era la primera mujer de la historia en ser ministra, la había precedido Sofia Panina, a cargo de la misma cartera en el Gobierno provisional formado tras la Revolución de febrero. Desde su cargo, Kollontai impulsó medidas a favor de las mujeres, como el matrimonio civil y la liberalización del divorcio, así como la creación de comedores, lavanderías y guarderías que pondrían en manos del Estado los cuidados tradicionalmente desempeñados por las mujeres.
Cuatro meses después, Kollontai dimitió por diferencias con Lenin acerca de la paz con Alemania, que en su opinión dificultaba el papel de Rusia como baluarte de la revolución socialista mundial. A partir de entonces se centró en defender los derechos de las mujeres, con