Historia National Geographic

Vestir como un caballero en el Siglo de Oro

Los nobles españoles demostraba­n su estatus mediante una vestimenta lujosa que oscilaba entre la sobriedad de los hidalgos y el desparpajo de los «lindos»

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En la España del Siglo de Oro, la vestimenta era ante todo una cuestión de estatus. Como advertía el moralista Antonio de Torquemada en sus Coloquios satíricos (1523): «Cada uno en su traje se diferencia según la cualidad de su persona, estado y oficio». Este principio se aplicaba en particular a la nobleza, cuya superiorid­ad sobre el pueblo llano se demostraba a través de su apariencia exterior.

El noble español, desde el príncipe al caballero hidalgo, vestía «al uso cortesano», que es como se decía entonces vestir a la moda. Mientras que cuando estaba en casa la vestimenta podía consistir en la «ropa de levantar», una especie de bata, para salir a la calle el caballero se colocaba un complejo atavío. El traje habitual se componía de un jubón (equivalent­e de la actual camisa), la ropilla (semejante a un chaleco) y las calzas. A esto se sumaba el sombrero y un capote cuando hacía viento o frío y zapatos o botas como calzado. Se ponía además medias de seda negra y cinturón de cuero, y no olvidaba coger un pañuelo de olor y guantes perfumados. Por último, se engalanaba con una prenda española que pasaría a Europa, la lechuguill­a, la cual rodeaba el cuello dejando asomar la cabeza. Fue creciendo tanto su tamaño y su encaje plisado en ondas que acabó siendo sustituida por la golilla, más discreta.

El prestigio del negro

El objetivo de la moda masculina era dar a la figura rigidez, templanza y cortesía. Se impuso así una forma de «vestir a la española» marcada por el recato y la adecuación al espíritu de la Contrarref­orma. Difundida por los territorio­s del Imperio hispánico, fue imitada también por otras cortes europeas. Su rasgo más caracterís­tico era el predominio de los colores oscuros entre los varones.

Sin embargo, no debe creerse que los hombres vistieran solo de negro. La imagen de Felipe II cubierto con una especie de luto permanente es engañosa. El color negro no era signo de austeridad, sino justo de lo contrario. En efecto, los ropajes del rey recibían su color oscuro, un negro con matiz azulado que se denominaba «ala de cuervo», gracias a un tinte venido de América, el que se obtenía del palo campeche. Al vestir de negro el monarca manifestab­a que España poseía el monopolio de ese valioso tinte frente a los demás países.

Por lo demás, la nobleza española se adornaba con toda suerte de prendas de colores: sombreros, cintas, zapatos y guantes. La fantasía cromática llegaba al extremo en los trajes de gala de los militares. El licenciado Vidriera, protagonis­ta de una de las Novelas ejemplares de Cervantes, cuando se alistó en una compañía se vistió como un «papagayo».

Los lindos marcan tendencia

En las grandes ciudades de la España barroca, como Madrid o Sevilla, surgieron unos personajes que se apartaron, aún más que los militares, de la norma hidalga de la vestimenta recatada. Eran los «lindos» o «pisaverdes». Conocidos por su apostura extravagan­te, a menudo pasaban por afeminados, una ambigüedad sexual que dio mucho juego en la literatura. En la novela El diablo cojuelo (1641), de Luis Vélez de Guevara, se dice de los lindos

La lechuguill­a alrededor del cuello, una prenda caracterís­tica española exportada a Europa, daba un porte rígido al hidalgo

 ?? MUSEO DEL TRAJE ?? Jubón de estilo español. Hacia 1630. Museo del Traje, Madrid.
MUSEO DEL TRAJE Jubón de estilo español. Hacia 1630. Museo del Traje, Madrid.

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