LA EUROPA NEGRA
NOBLE CASTELLANO Pedro de Barberana y Aparregui, caballero de Calatrava. Diego Velázquez. Museo Kimbell, Fort Worth. que «duermen con bigotera, sebillo en las manos y guantes descabezados, y tanta pasta en el rostro que pueden hacer colación toda la cuaresma que viene». Agustín Moreto escribió una comedia protagonizada por uno de estos personajes: El lindo don Diego (1662).
La vida de estos caballeros giraba en torno al cuidado de su aspecto exterior, como se muestra en
EN LA EUROPA DEL NORTE, el vestido negro se vinculaba con la tendencia de extrema austeridad propia de las nuevas iglesias protestantes. Los príncipes luteranos y la burguesía calvinista padecían «cromoclasia», fobia a los colores, y condenaban tajantemente los adornos, las joyas y la vestimenta llamativa. Los tintoreros no disponían de tintes negros, sino de pigmentos que pronto se desteñían hacia el gris. Así, ingleses y holandeses compraban el palo de tinte a los piratas y corsarios que abordaban las naves hispanas en América. una obra satírica del autor madrileño Juan de Zabaleta, publicada en 1654. En ella se describía los largos preparativos que necesitaba llevar a cabo un «galán» antes de salir a la calle. Tras levantarse a las nueve, los criados le ponían «ropa limpia y perfumada», que incluía un jubón cubierto de oro y medias de pelo de seda finísimas, ajustadas con «ataderos». Un «zapatero» iba expresamente a su casa para probarle unos zapatos muy estrechos, atados con un lazo en forma de rosa. Luego un barbero le rizaba con hierros calientes su larga cabellera, que se sujetaba con una coleta. A continuación, el galán se
lavaba las manos, se ponía la golilla, se ajustaba la ropilla o el coleto y se soltaba la coleta, de modo que «derrama en ondas por los hombros la guedeja». Finalmente, un criado le ponía la capa, hecha de una lujosa tela, y él tomaba un «sombrero de castor labrado en París, tan negro y luciente como el azabache», decorado con un penacho, así como unos «guantes de manopla bordados».
Con la espada al cinto
Antes de salir a la calle así engalanado, el lindo descrito por Zabaleta tomaba una espada, poniéndola «con la vaina abierta a fin de tener más facilidad para sacarla a cualquier desafuero».
En efecto, todo caballero que se preciara llevaba
de seda sujetas con ligas a la altura de las rodillas.
con melena lisa hasta los hombros, a la moda de 1660. almidonada o de cartón forrado de tela.
sujeta al cuello con un fiador o cordón de seda.
Cuello de encaje caído sobre los hombros.
Distinguía a los generales, igual que la banda carmesí con flecos dorados.