TIEMPOS CONVULSOS EN NUEVA INGLATERRA
En 1692, los devotos puritanos de Nueva Inglaterra pudieron pensar que las brujas de Salem formaban parte de un plan organizado para acabar con las iglesias y el gobierno de los colonos e instaurar el reinado del diablo. Ese temor tenía varias causas. Una era la amenaza de los pueblos indígenas, especialmente después de que en 1688 estallara una guerra de los colonos ingleses de Maine contra la Confederación Wabanaki, una alianza de varios pueblos algonquinos, y los colonos franceses de Quebec. Salem estaba lejos de la frontera, pero el temor a un ataque de los servidores del diablo –fuesen indígenas paganos o católicos franceses– era muy real.
La otra amenaza concernía a la colonia de la bahía de Massachusetts. En 1691, Inglaterra reemplazó el antiguo estatuto de la colonia por una nueva carta que reducía la autonomía de los colonos. Los puritanos veían con alarma cómo sus iglesias iban a dejar de ser autoridad suprema en la colonia. Además, el Gobierno de Londres los obligaba a tolerar todos los grupos religiosos excepto los católicos, lo que equivalía a otorgar a los herejes –esto es, a todos los no puritanos– derechos políticos en la Tierra Santa de los elegidos. La violenta campaña de los puritanos contra las brujas de Salem no era, pues, un simple estallido de histeria, sino la conciencia de que algo amenazaba con transformar Nueva Inglaterra. Solo que se confundían de culpables: no eran las brujas ni el diablo quienes comprometían su modo de vida, sino el nuevo sistema político introducido desde Londres.