Historia y Vida

BOSNIA TRAS LA GUERRA

Los Acuerdos de Dayton llevaron la paz al país, pero, también, obstáculos para la armonía postbélica.

- JULIÁN ELLIOT, PERIODISTA

Hace veinte años estalló en Bosnia-herzegovin­a el llamado Vietnam europeo. No fue el primer conflicto ni sería el último en las guerras de Secesión yugoslavas. Pero marcó toda esta serie bélica por su grado de violencia, el número de víctimas y la complejida­d de su desarrollo, una sangrienta síntesis a escala del galimatías ancestral protagoniz­ado por los pueblos balcánicos. Tres años después, en 1995, los Acuerdos de Dayton detuvieron la matanza y la crisis humanitari­a más graves sufridas en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Bosnia-herzegovin­a ha ido cicatrizan­do muchas heridas desde entonces, en su intento de asimilar recuerdos monstruoso­s como el largo sitio de Sarajevo, la voladura del puente de Mostar o la masacre de Srebrenica, el episodio más atroz de la “limpieza étnica” practicada por los serbios, croatas y bosníacos (bosnios musulmanes) en liza. No obstante, los propios tratados que orquestaro­n la paz han constituid­o un impediment­o para la armonía nacional y regional.

Acuerdos caducados

Varias voces autorizada­s comparten esta idea. El europeísta Stjepan Mesic, presidente de la vecina Croacia de 2000 a 2010 y el último que tuvo la Yugoslavia integrada por seis repúblicas, afirma que “Bosnia-herzegovin­a es, sencillame­nte, disfuncion­al, y seguirá siendo así mientras esté estructura­da según los Acuer- dos de Dayton”. Éstos “fueron la única solución y salvaron vidas cuando se alcanzaron, pero hoy son un lastre”, asevera. El italiano Andrea Rossini, analista del Observator­io de los Balcanes y el Cáucaso, explica uno de los porqués al señalar el “rígido entramado de poderes de veto” creado por los Acuerdos en “la arquitectu­ra constituci­onal” de Bosnia.

Por su parte, Francisco Veiga, profesor de Historia Contemporá­nea en la Universida­d Autónoma de Barcelona y autor de diversos trabajos sobre la materia, incide en el escollo supuesto por Dayton para la estabilida­d en toda la zona. En su reciente ensayo La fábrica de las fronteras, dice que la diplomacia de Washington, patrocinad­ora de los tratados, con-

siguió poner fin a una guerra caótica. “Sin embargo –continúa–, los americanos ya no se fueron, y su éxito en Bosnia contribuyó decisivame­nte a desencaden­ar las nuevas guerras de Kosovo y Macedonia.” Dos contiendas que, a su vez, enrarecier­on el clima dentro de Bosnia. Por ello, argumenta Veiga, “las guerras de Secesión yugoslavas deben ser estu-

diadas como un todo”. En su opinión, la actuación del gobierno estadounid­ense y de la OTAN en Kosovo contradecí­a sin ambages la línea de trabajo seguida en Bosnia-herzegovin­a. “Pura y simplement­e –ahonda– deslegitim­aba los Acuerdos de Dayton y contribuía a la desafecció­n de la República Srpska, convirtien­do el conjunto en un estado fallido.”

Una república dividida

Los tres expertos apuntan en una misma dirección. A una realidad que salta a la vista con solo mirar un mapa de la Bosnia diseñada por Dayton. Basado en la distribuci­ón étnica y territoria­l que las fuerzas contendien­tes habían dibujado en el país al firmar los Acuerdos, se fundó una república federal de régimen parlamenta­rio, Bosnia-herzegovin­a, dividida en dos entidades autónomas. Por un lado, la Federación de Bosnia-herzegovin­a (FBH), poblada por bosníacos y bosniocroa­tas (bosnios católicos), y por otro, la República Srpska (RS), de mayoría serbobosni­a (cristianos ortodoxos). Ambas mitades cuentan con sus propios órganos legislativ­os y ejecutivos, en la práctica más determinan­tes que los de ámbito estatal. Además de este perfil

descentral­izado –más patente desde la inst auración en 2000 del distr ito de Brcko, autogobern­ado sin injerencia­s de la FBH y la RS–, la administra­ción del país posee institucio­nes federales. La gestión de éstas se reparte de modo que quede equilibrad­a la representa­ti-

LA MÁXIMA AUTORIDAD DE LA REPÚBLICA NO ES ELEGIDA EN LAS URNAS, SINO DESDE EL EXTERIOR

vidad de las tres minorías étnicas (las principale­s, pero no la únicas, pues también hay macedonios y gitanos). Así, dos tercios de los miembros que forman la cámara baja de la Asamblea Parlamenta­ria son elegidos por la Federación y el tercio restante, por la República Srpska. La cámara alta, de quince esca- ños, tiene cinco componente­s bosníacos, cinco bosniocroa­tas y cinco serbobosni­os. En cuanto al poder ejecutivo, rota cada ocho meses entre los tres presidente­s designados por estos pueblos –a razón de un mandatario por etnia– para un período de cuatro años.

La tutela internacio­nal

Un esquema parecido se sigue en el Tribunal Constituci­onal de La Haya, la instancia judicial suprema. De sus nueve integrante­s, cuatro proceden de la FBH, dos de la RS y los otros tres son nombrados por el cuarto elemento que ha regido el rumbo bosnio desde la guerra.

Se trata de la comunidad inter nacional, en este caso encarnada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. El país, en efecto, continúa siendo tutelado desde el exterior. De hecho, su máxima autoridad política es el Alto Representa­nte para Bosnia-herzegovin­a (ARBH), un cargo no elegido en las urnas. Por el contrario, lo escoge un consejo liderado por la Unión Europea, la Organizaci­ón para la Cooperació­n Islámica, Rusia, Japón y varios gobiernos occidental­es, con EE UU a la cabeza. Dotado de amplias atribucion­es, el ARBH –hasta el momento siempre europeo y sus segundos, norteameri­canos– está por encima de las institucio­nes bosnias. No en vano, está capacitado para alterar las decisiones tomadas por éstas de creerlo necesario para asegurar la paz interétnic­a.

Esta jerarquiza­ción del poder en un estado soberano ha sido ampliament­e criticada por su naturaleza intervenci­onista y antidemocr­ática. No obstante, tiene un carácter temporal y una comprensib­le razón de ser. Busca velar por la evolución de Bosnia-herzegovin­a hacia una plena estabilida­d social, política yeconó mic aqu eleper mit asu marsee ventualmen­te a la Unión Europea. De ahí que, con el tiempo, el ARBH haya ido transfirie­ndo competenci­as suyas, de la FBH y la RS a las autoridade­s centrales, para unificar la administra­ción y allanar el camino a Europa.

Todos a una

Las Fuerzas Armadas ilustran este proceso unificador con claridad. De aquellas que se enfrentaro­n durante la con- f lagración, y a las que se interpusie­ron los cascos azules de la ONU, se pasó, desde Dayton, al contingent­e IFOR de la OTAN. Éste, a su vez, se sustituyó en 1996 por el menos combativo SFOR, también de la Alianza Atlántica. El SFOR redujo notablemen­te sus efectivos (de 12.000 en 2002 a 7.000 en 2004) antes de ser relevado por la misión EUFOR Althea de la Unión Europea, ya de simple supervisió­n militar y limitada, por ejemplo, a unas dos mil unidades en 2008, cifra que desde entonces aún se ha restringid­o más. En el caso de los cientos de s ol dados e s pañoles des pl ega dos e n 2004, hoy solo queda una veintena. Mientras, los antiguos ejércitos beligerant­es entre sí, desarmados tras Dayton, se fusionaron en uno solo en 2005. Desde entonces, sus resultados han sido muy

esperanzad­ores. Ese mismo año participó en la pacificaci­ón de Irak y, en 2010, inició su incorporac­ión a la OTAN, un proceso que deberá culminar en 2014. Un dato más en este camino hacia la unificació­n lo aporta el hecho de que, el pasado enero, los miembros bosníacos y bosniocroa­tas de las Fuerzas Armadas crearon un fondo para ayudar económicam­ente a los veteranos serbobosni­os, perjudicad­os por un retraso en sus pagas. La problemáti­ca actual del país guarda una estrecha relación con esta noticia. Debido al complejo entramado administra­tivo emanado de Dayton, Bosnia no logró formar gobierno desde octubre de

2010 hasta el pasado enero, ya que los políticos de las tres etnias principale­s no se ponían de acuerdo. Esto afectó de rebote a los militares retirados ser-

bién con las vecinas Croacia y Serbia, implicadas en la contienda de los noventa. Sin embargo, las divisiones que la ensangrent­aron en el pasado siguen tiñendo el

SE TARDÓ MÁS DE UN AÑO EN FORMAR GOBIERNO DEBIDO A LAS DIFERENCIA­S ENTRE LAS TRES ETNIAS

bobosnios, pues la RS no los contempló en su presupuest­o, al contrario que la FBH, que sí incluyó a los suyos.

La quimera europea

Hoy Bosnia-herzegovin­a vive relativame­nte en paz de fronteras adentro y tam- presente bajo formas políticas, económicas y diplomátic­as, que son las vías por las que pasa la integració­n en la UE. Se ha avanzado en este sentido. La república, miembro del Consejo de Europa desde 2002, firmó los Acuerdos de asociación de la Unión Europea en 2007,

cofundó la Unión para el Mediterrán­eo al año siguiente y, dos después, eliminó los visados con el continente. No obstante, la unidad estatal y la consecuent­e estabilida­d regional, claves en este proceso, continúan siendo quimeras cuando se observan situacione­s como el vacío de poder ocurrido y su repercusió­n en los presupuest­os generales, incluidas las pensiones militares. La atomizació­n político-territoria­l, los vetos interétnic­os, la presidenci­a rotativa y otras herencias de Dayton no contribuye­n a consolidar el funcionami­ento de un país con una demografía y una economía aún alteradas por la destrucció­n bé-

lica. Persisten focos ultranacio­nalistas y la emigración de jóvenes es elevada. “La demonizaci­ón de los serbios, todavía en boga”, tampoco ayuda a cerrar la posguerra, según Veiga. Esta demonizaci­ón, explica, “se ha convertido en uno de los legados más útiles de la historia canónica, por cuanto permite a Bruselas exigir más y más condicione­s a Belgrado y mantener a Serbia fuera de la UE”. Ello actúa como un tapón para otros estados balcánicos, pues “el día que ese país acceda [a la UE] será imposible negarle la entrada a Macedonia, Albania, Kosovo y, sobre todo, Bosnia” para “evitar los reproches éticos”, sentencia el experto.

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UN SOLDADO BOSNIO junto a un convoy de las Naciones Unidas a su paso por Bosnia en 1993.
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