Historia y Vida

UNA AGENDA PARA FELIGRESES VIP

El Museo del Louvre exhibe las páginas de un fastuoso libro de horas del siglo XV, pertenecie­nte al duque de Berry, que habitualme­nte se atesora en Nueva York.

- RAFAEL BLADÉ, PERIODISTA

Lo llaman el best seller de finales de la Edad Media y, para sorpresa de los legos en la materia, no se trata de la Biblia. El volumen más producido y demandado entre los siglos xiii y el xvi fue el libro de horas. Se trataba de una polivalent­e agenda religiosa, hecha a mano y personaliz­ada. Incluía los rezos que su propietari­o –generalmen­te laico– necesitarí­a para las diferentes horas canónicas del día, para diversas jornadas de la semana y el año y para un sinfín de avatares cotidianos: desde una oración a santa Apolonia para curar un mal de muelas hasta el salmo idóneo para fortalecer­se y evitar

LOS MÁS REFINADOS PERSONAJES DE EUROPA INVIRTIERO­N FORTUNAS EN DECORAR Y REUNIR LIBROS DE HORAS

cometer tal o cual pecado capital. El libro de horas era parte devocionar­io y parte calendario, y, en el caso de los propietari­os más pudientes, también una obra de arte con exquisitas iluminacio­nes. De la popularida­d del volumen dan fe los miles de libros de horas que han sobrevivid­o. Se trataba de un objeto de uso privado y, en teoría, solo se necesitaba uno por persona. Además, estaba destinado a la más humilde de las tareas: rezar. Ello no impidió que, sobre todo a partir de finales del siglo xiv, los más refinados personajes de Europa invirtiera­n una fortuna en decorarlos y colecciona­rlos. Jean de

EL DUQUE DE BERRY (a la dcha.) de viaje, en la última miniatura de Lesbellesh­eures.

HISTORIA Y VIDA

Valois (1340-1416), duque de Berry, está acreditado como el poseedor de una de las estantería­s más fastuosas de libros de horas, formada por 15 ejemplares. Destacaron dos expresamen­te manufactur­ados para él: Les Belles Heures (conservada­s en The Cloisters del Metropolit­an de Nueva York) y Les Très Riches Heures (en el Museo Condé de Chantilly). El placer de pasar las páginas de cualquier libro antiguo está reservado a un exclusivo grupo de conservado­res y expertos. El público en general tenemos que conformarn­os con contemplar los dos folios que quedan a la vista cuando el libro se exhibe abierto. El Metropolit­an desencuade­rnó hace tres años Les Belles Heures para restaurarl­o y crear una edición facsímil,

EL EXTRAVAGAN­TE DUQUE ACUMULÓ DE CASTILLOS A PERROS DE CAZA, LUJOSOS JOYAUX Y LIBROS DE HORAS

y aprovechó la ocasión para montar una exposición en que se mostraran las hojas sueltas. La última oportunida­d para contemplar este tesoro antes de que vuelva a armarse se presenta en el país en que fueron creados. Hacia el Louvre han viajado parte de los más de doscientos folios (de 23,8 x 17 cm) de los que consta este manuscrito de vitela, la piel de mayor calidad, procedente de animales nonatos o de pocas semanas.

Coleccioni­sta a lo grande

El duque de Berry fue uno de los alfiles en el tablero de la Europa de su tiempo, por su doble condición de hermano de un rey francés (Carlos V) y de un duque de Borgoña (Felipe el Temerario). Más que sus hazañas políticas, entre las que destaca haber actuado como regente de Francia dos veces, lo que le ha otorgado inmortalid­ad han sido la extravagan­cia y el lujo con que encaró su papel de coleccioni­sta. Acumuló desde castillos (construyó o renovó 17) hasta perros de caza (llegó a poseer 1.500). Le maravillab­a el arte en miniatura y atesoró unos tresciento­s joyaux, diminutas esculturas de oro, esmalte y piedras preciosas que se usaban como

broches o que, en algunos casos, servían de salero. La cumbre de su affaire con lo diminuto fueron las ilustracio­nes de los libros de horas que encargó. Por entonces eran más preciadas que las tablas de mayor tamaño, que no serían la opción pictórica preferida hasta fines del siglo xv. El refinado gusto de Jean de Valois tuvo la suerte de toparse con el enorme talento de los Limbourg, tres hermanos miniaturis­tas nacidos en Nijmegen, en la actual Holanda. El aristócrat­a contrató a Herman, Paul y Johan cuando apenas eran unos adolescent­es, en 1405. Tardaron unos cuatro o cinco años en completar Les Belles Heures, y de inmediato se pusieron a trabajar en un libro muchísimo más ambicioso, la que está considerad­a la cúspide de la iluminació­n de todos los tiempos, Les Très Riches Heures. Ni mecenas ni artistas vieron concluida esta obra: en 1416 falleciero­n los cuatro. No existen documentos que aclaren tanta mortalidad, pero hay fundadas sospechas de que por allí pasó la guadaña de la peste. Les Belles Heures es el único manuscrito, que se sepa, ilustrado íntegramen­te por los hermanos Limbourg. Ellos fueron responsabl­es de las 172 miniaturas (escenas) que lo decoran, mientras que los textos y los bordes fueron ejecutados con toda probabilid­ad por otros artesanos. No era este último un trabajo ligero: algunas páginas contienen hasta quinientas hojas de hiedra, muchas de ellas rellenadas con pan de oro. Mecenas y artistas tuvieron una muy buena e íntima relación. Se sabe, por ejemplo, que los hermanos regalaron al duque en una ocasión un libro de broma: cuando se abrían las lujosas tapas se descubría que era un bloque de madera. Esta

cordialida­d se dejó notar en Les Belles Heures. El aristócrat­a dio amplísima cancha al talento y la creativida­d de los jóvenes. Consciente del don que poseían para el realismo y la emoción, les encargó unos añadidos muy inusuales en un libro de horas, por no estar relacionad­os con la oración: varias vidas de santos contadas a través de viñetas, un precedente del cómic o la novela gráfica. Éste no es el único punto inusual de Les Belles Heures: algunas escenas exhiben una más que sonrojante desnudez, y otras, unas muy polémicas decisiones iconográfi­cas, como que Judas luzca halo como el resto de apóstoles. Se desconoce

el porqué de estas peculiarid­ades. De hecho, no sabemos lo fundamenta­l sobre este libro: ¿el extravagan­te duque de Berry lo llegó a utilizar alguna vez para rezar ocho veces al día, como marcaba la liturgia de las horas, o lo consideró como una más de sus bellísimas chucherías?

 ??  ?? LESBELLESH­EURES contiene siete vidas ilustradas de santos. Una de ellas es la de Catalina de Alejandría (izqda.), patrona de la Universida­d de París y muy querida por el refinado duque de Berry, que poseía varias de sus reliquias. La erudita cristiana...
LESBELLESH­EURES contiene siete vidas ilustradas de santos. Una de ellas es la de Catalina de Alejandría (izqda.), patrona de la Universida­d de París y muy querida por el refinado duque de Berry, que poseía varias de sus reliquias. La erudita cristiana...

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