UN ENGRANAJE HACIA EL DESASTRE
Por qué permitió el EE UU del New Deal el ascenso del fascismo en España
El último ensayo de Aurora Bosch trata un tema fascinante: la pasividad de Washington ante la escalada fascista que condujo a la dictadura de Franco. ¿Por qué se abstuvo de intervenir justamente el Estados Unidos del New Deal, caracterizado por cierto escoramiento a la izquierda, cuando poco después se enfrentaba a las potencias del Eje? Éste es uno de los grandes interrogantes geopolíticos del siglo xx, y no podía tener un intérprete más cualificado que la cate- drática de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia, especializada tanto en la Segunda República y la Guerra Civil españolas como en el curso general del país norteamericano.
Del temor a la simpatía
Miedo a la democracia, por lo pronto, aborda la posición de Washington ante los convulsos años treinta en la península desde una óptica poco frecuentada. Le toma el pulso a partir de los periódicos y los informes diplomáticos confidenciales que circulaban al otro lado del Atlántico. Así, revela el temor de la presidencia Hoover, desequilibrada por la Depresión, a que la f lamante República española derivara en una revolución marxista. También identifica la sintonía de su sucesor, Roosevelt, con el reformismo progresista del régimen, entendido a partir de cierto momento como un sistema estable e inofensivo para los intereses norteamericanos. Resulta muy interesante en este punto la recuperación de una figura olvidada, el embajador Claude G. Bowers.
Asuntos internos
De una lucidez premonitoria, Bowers advirtió el peligro de una guerra civil ya en 1933, cuando España dio un vuelco electoral a la derecha, y sobre todo en 1934, al agudizarse el riesgo con las reivindicaciones federalistas catalanas y la represión contra la revuelta obrera en Asturias. Roosevelt, sin embargo, mantuvo la no intervención debido a la presión mediática interna (en línea con una tradición proaisla cionista) y la de Londres, y para blindar el New Deal, cuestionado por el conservadurismo en su país. De ahí derivaron las leyes de Neutralidad de 1935 y 1936 y el embargo armamentístico a la península en 1937. No obstante, estas medidas de apaciguamiento no hicieron más que privar a la República de recursos bélicos esenciales. Para cuando la Casa Blanca reparó en que el aislamiento del conf licto ibérico, preconizado por sus aliados europeos, no detuvo la expansión fascista, ya era tarde para España. Texto: Eugenio Serrano