CALDER Y SU GUIÑOL
El xx fue el siglo de las Vanguardias artísticas. Se sucedían unas a otras a r itmo de vér tigo, con propuestas cada vez más audaces. Como la escultura en movimiento, o cinética, preconizada por el estadounidense Alexander Calder (1898-1976). Hijo de una familia de artistas, Calder se abocó desde muy joven a las actividades creativas, como la joyería, aunque dedicó sus primeros estudios a la ingeniería. Una formación técnica muy presente en su obra, según señalaría la crítica. En 1926 marchó a París. Allí entró en contacto con artistas tan revolucionarios como Marcel Duchamp, Man Ray o Piet Mondrian. Por inf luencia de este último abandonó la escultura figurativa por la abstracta, en un intento de renovar la expresión del movimiento, el equilibrio y la simetría. En la imagen de este mes lo vemos, precisamente, dando muestra de ello con una de las cinco esculturas que realizó de Joséphine Baker. Esta bailarina norteamericana, reina del music hall en los turbulentos años veinte, conquistó al público europeo con su belleza y estilo desinhibido. Calder no fue el único que se inspiró en ella. También lo hicieron genios de la talla de Man Ray, Matisse y Picasso. La fotografía de la izquierda es una de las reliquias que el Museo Municipal de La Haya expone en la retrospectiva “Alexander Calder. El gran descubrimiento” hasta el próximo 28 de mayo.