UNA RELIGIÓN MÁS BIEN PICANTE
Todo lo que los dioses podían hacer por la salud sexual de sus devotos ciudadanos romanos
Los romanos tenían un dios (o varios) para cada circunstancia de la vida, y el erotismo no era una excepción. Cuando la religión andaba de por medio, el pudor desaparecía. En los siglos I y II de nuestra era, libertas y matronas de bajo rango se hacían esculpir desnudas en sus sepulcros en alusión a Venus. Con ello no pretendían provocar a los paseantes, sino sub- rayar su fecundidad. Como parte de los ritos nupciales, las novias se acuclillaban sobre una escultura que representaba con toda claridad unos genitales masculinos en erección. Se trataba del Mutunus Tutunus, una divinidad arcaica emparentada con el dios Liber, responsable de asegurar que los varones eyacularan correctamente. Su estatua fáli- ca, coronada de flores, se paseaba en procesión durante las Liberalia, las fiestas en las que los adolescentes dejaban atrás la niñez y vestían por primera vez la toga virilis de los adultos. El dios Pan (a la izquierda de esta imagen) protegía la masturbación, y otra fiesta piadosa, la Floralia, daba pie a un colorido mercadillo de prostitutas.