DE NORMANDÍA A BERLÍN
La victoria aliada en Europa, a vista de soldado
El realismo bélico conseguido en la película Salvar al soldado Ryan (1998) y la miniserie de televisión Hermanos de sangre (2001) no habría sido posible sin el experto asesoramiento de Stephen E. Ambrose. El hombre detrás de estos éxitos de Steven Spielberg fue, hasta su fallecimiento en 2002, uno de los mayores especialistas en el tramo final de la Segunda Guerra Mundial en Europa, desde el desembarco aliado en Normandía hasta la capitulación nazi. Dio prueba de ello en numerosos ensayos ( Puente Pegasus, Hermanos de sangre, El Día D), en su aguda biografía del general Dwight D. Eisenhower, como catedrático de Historia en la Universidad de Nueva Orleans o al frente, también en aquella ciudad, del Museo Nacional de la Segunda Guerra Mundial. Ahora, la pri- mera edición en castellano de Vencedores, un título publicado originalmente en 1998, permite acercarse a uno de sus últimos trabajos en la materia.
Una síntesis sobrecogedora
Compuesto por el autor a partir de anteriores volúmenes, este ensayo presenta una magnífica visión de conjunto de dos grandes procesos del conf licto obser vados desde las filas norteamericanas. Por un lado, la Operación Overlord en las costas normandas (que abarca la primera mitad del libro con escenas escalofriantes en las playas de Utah y Omaha o en Pointe-du-Hoc) y, por otro, el avance posterior hasta Berlín (una segunda parte igual de estremecedora con los combates del bosque de Hurtgen, las Ardenas o Renania). Esta odisea, que culminó con la rendición alemana tras casi un año de luchas desde el Día D, se retrata con una vividez extrema. Ambrose describe los planes y las acciones con la pulcritud del historiador militar consumado, pero no olvida mirar los hechos también a pie de batalla. Basándose en múltiples entrevistas a veteranos, cita las impresiones de éstos. Transmite su horror, su miedo, su asco y los subidones de adrenalina, y recrea con la misma proximidad su duro día a día: la excavación de refugios, las maniobras extenuantes, la muerte siempre súbita. Esta humanización de una tragedia colectiva se ref leja en personas hoy anónimas (como Fritz Niland, el auténtico “soldado Ryan”) o en el propio Eisenhower. El comandante en jefe de los aliados en Europa aparece perfilado en toda su estatura de líder capital, pero también quejándose de las lluvias constantes al principio de la campaña o expresando su odio visceral al fenómeno espantoso de la guerra. Texto: Julián Elliot