El escenario faraónico del más allá
LAS NECRÓPOLIS DE LOS SOBERANOS DEL REINO NUEVO Y SUS MÁS ALLEGADOS
Con este ritual, conocido como damna
tio memoriae, se pretendía eliminar todo rastro de su existencia y, con ello, privarle de la vida eterna. Era el peor castigo para un egipcio. La propia Hatshepsut fue objeto de este ataque, “tal vez para evitar que otras mujeres siguieran su ejemplo”, apunta Galán. En contra de lo que pudiera creerse, no todos los altos oficiales de la Reina-faraón recibieron la misma pena. Algunos incluso “tuvieron unas carreras administrativa y política boyantes en reinados posteriores”, señala el egiptólogo. De las varias tumbas a las que accedió, Galán decidió estudiar la de Djehuty al observar que sus paredes no estaban pintadas, sino decoradas con relieves. Era algo poco habitual para la época y signo de que la tumba pertenecía a alguien importante. Dos años después, comenzaba el Proyecto Djehuty bajo su dirección.
“Soy el jefe”
La existencia de la tumba se conocía desde 1844, cuando el egiptólogo prusiano Karl Richard Lepsius copió parte de la
inscripción de su fachada. A finales del siglo xix, los egiptólogos Wilhelm Spiegelberg y Percy Newberry también estudiaron el monumento someramente. Pero ninguno de ellos se interesó por el personaje que hizo de su tumba una obra de arte. Galán, en cambio, lleva diez años intentando averiguar quién fue Djehuty, por qué recibió semejante castigo y quién, o quiénes, lo llevó a cabo. Los investigadores han extraído gran cantidad de información de las paredes del enorme patio de entrada (de 34 m de largo). Allí han hallado inscripciones en las que el escriba real se autodefine y explica sus tareas. “Soy el jefe, quien da las instrucciones, quien dice a los artesanos cómo hacer su trabajo”, reza una de ellas. Mensajes como éste y el hecho de que algunos estén escritos de un modo criptográfico, solo conocido por la élite, denotan que Djehuty era una persona jactanciosa, a la que le gustaba lucirse como un dominador de las letras. Galán, además, sospecha que el funcionario pudo haber construido su tumba con prevaricación. “Él controlaba las finanzas y los artesanos, así que pudo haber desviado parte del dinero de Hatshepsut y haber empleado a los artistas que estaban decorando su templo funerario en la construcción de su exquisita morada para la eternidad”, argumenta.
Lazos familiares a resguardo
Esta actitud ostentosa pudo granjearle a Djehuty no pocos enemigos, que se vengarían de él borrando su memoria. No obstante, el motivo real de la damnatio
memoriae podría ser otro más antiguo. Los egiptólogos apenas sabían nada de la vida personal de Djehuty hasta que, hace dos años, encontraron tres estatuas al fondo de su tumba en las que aparece con sus padres. También sacaron a la luz dos escenas grabadas en la capilla y en la sala transversal en las que se le representa con sus progenitores y sus hermanas disfrutando de un banquete. Pese a que sus nombres fueron borrados por el maligno ritual egipcio, los expertos pudieron identificar a Djehuty y a sus familiares gracias a que los términos de parentesco se salvaron de la agresión. Se desconoce si Djehuty se casó o tuvo hijos, pues no lo detalló en su tumba. “Éste es un aspecto común en algunos de los altos funcionarios de Hatshepsut. Se cree que responde a un gesto de respeto hacia la Reina”, opina Galán.
Interrogantes abiertos
Una mañana de febrero de 2009, tras descender por una acusada escalera de ocho metros, Galán alcanzó el pozo funerario. Y, tras arrastrarse entre unos escombros, accedió a la cámara sepulcral. “Fue uno de esos momentos que se viven diu, y el de su padre, Abuti, lo que sugeriría que los asaltantes de la tumba tal vez nunca llegaron hasta esta cámara. Se ha descubierto que el nombre del padre de Djehuty es extranjero. Galán opina que puede ser semita, lo que constituiría un punto de partida para investigar
SORPRENDIÓ NO HALLAR LA MOMIA DE DJEHUTY Y SÍ PARTE DE LOS TESOROS DE SU AJUAR FUNERARIO
pocas veces –recuerda Galán–. Vi que las paredes estaban decoradas con algunos de los capítulos más antiguos del Libro
de los Muertos, los que supuestamente le habrían permitido acceder a la vida eterna de forma más directa.” Esos jeroglíficos y dibujos conser vaban intacto el nombre de Djehuty, el de su madre, De- los orígenes del dignatario. La expulsión de los hicsos de la región sirio-palestina de Egipto se llevó a término bajo el pretexto de que eran “gobernantes extranjeros” y que la esencia de lo egipcio residía en Tebas. Resulta sospechoso que el padre de Djehuti fuera quien se llevara la peor parte de los actos de deshonra practicados en la morada eter na del gran escriba real. ¿Pudo haber inf luido en el ensañamiento contra Djehuty el hecho de que su padre no fuera un egipcio de pura cepa? Se desconoce si existe alguna relación entre el origen no egipcio de su familia y los daños a su tumba. “No hay constancia de que en Egipto hubiese xenofobia. De hecho, los semitas vivían bien y hubo personalidades extranjeras que adquirieron puestos de relevancia”, recuerda Galán.
Un final sorprendente
Al entrar en la cámara sepulcral, el científ ico español se llevó más sor presas. Ésta no contenía ningún sarcófago, pero sí parte del oro y de los tesoros del ajuar funerario. Todo lo contrario de lo que suele ocurrir en las tumbas saqueadas.