¿SU “OTRA” MAJESTAD?
Rubens y su retrato de corte real para el duque de Lerma
UN DIPLOMÁTICO ESPECIAL
En mayo de 1603, Rubens llegó a Valladolid en misión diplomática representando al duque Vincenzo Gonzaga. Traía consigo una impresionante colección de regalos exquisitamente calculada para halagar las conocidas debilidades de la corte española. Lerma quedó extasiado al ver sus pinturas y le faltó tiempo para encargarle un retrato. Tenía que ser un retrato ecuestre.
PELIAGUDA SOLICITUD
El pintor supo que éste era un encargo envenenado, ya que los retratos ecuestres eran prerrogativa real. Puesto que las habladurías ya atribuían al duque el verda- dero poder real, tenía que ser cuidadoso para no reforzar lo que algunos podrían considerar un ejercicio pictórico de lesa majestad. Tenía que hacer algo distinto sin por ello ofender a su modelo. Para ello, situó al caballero vestido de negro, con pelo castaño plateado, propio de un sabio, sobre una espectacular montura gris. El duque, dominando la montura con una sola mano, reflejaba un tópico del Barroco: el control del caballo sin esfuerzo era un atributo del gobierno juicioso. Poder y sabiduría en perfecto equilibrio. Con ello, Rubens proporcionó a Lerma lo que éste necesitaba: una mentira gloriosa que refutara las críticas infames.