Historia y Vida

ALTAS INTRIGAS EN LA CORTE

El final de Lerma en el poder fue un atropellad­o descenso de acuerdos fallidos y ataques de oponentes como Olivares.

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SOLTANDO LASTRE

Durante la primera mitad de 1618, la lucha por el poder en la corte de Felipe III se hizo feroz. El confesor real fray Luis de Aliaga y el duque de Uceda, los principale­s enemigos de Lerma, centraron su objetivo en su subordinad­o Rodrigo Calderón, que, por los numerosos casos de corrupción que debía afrontar, resultaba la pieza más vulnerable en la partida. Lerma era lo suficiente­mente perspicaz como para darse cuenta de que cuanto más tiempo mantuviera el apoyo a su favorito, más comprometí­a su situación. Así que, poco a poco, empezó a dejarlo a su suerte.

ALIANZA FRUSTRADA

Para contrarres­tar los ataques, llamó a la corte a su sobrino y yerno, el conde de Lemos, que se había ganado una reputación de político y administra­dor hábil durante los años que ejerció como virrey de Nápoles. Al poco de llegar, Lemos entendió que la causa de su pariente estaba perdida. Antes de quedar salpicado, decidió abandonarl­o y retirarse a sus estados.

OLIVARES MUEVE FICHA

Mientras tanto, el conde-duque de Olivares (en la imagen) observaba y aguardaba pacienteme­nte su turno. Su primera opción había sido una alianza con Calderón, pero hacia 1615 ya se había percatado de que éste era caballo perdedor. Así que estrechó los lazos con un destacado miembro de la facción de Aliaga, el marqués de Castel Rodrigo, hijo de don Cristóbal de Moura, el ministro portugués que había sido favorito de Felipe II. El marqués se encontraba ahora especialme­nte bien situado en la casa del Príncipe. El tiempo confirmó lo acertado de su apuesta.

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