EL PINTOR DE LA SOLEDAD
La capital española cuenta hasta mediados de septiembre con la mayor retrospectiva europea de la obra del estadounidense Edward Hopper.
Leen, miran, cosen, esperan, en moteles, diners, gasolineras o drugstores. Genuinos escenarios del EE UU de la primera mitad del siglo xx. Costumbrismo American style. Edward Hopper, el Vermeer de la luz de las bombillas, fluorescentes y letreros de neón, convirtió en iconos a los urbanitas aislados entre la multitud, a las criaturas del Nueva York de la Gran Depresión. La metrópolis le encumbró con una retrospectiva en 1933 en el Metropolitan Museum, un honor rarísimo para un artista vivo, y mucho más para uno de tan solo 51 años. No le gustaba demasiado el epíteto de “pintor de la soledad”, pero ése es el sentimiento que transmiten sus personajes, incluso cuando los vemos acompañados. De apariencia engañosamente simple, sus obras nacían de un proceso creativo largo (en una ocasión le “había llevado años pintar una nube”), extenuante (de una pieza se conocen 53 dibujos preparatorios) y muy individual (“Mi objetivo siempre ha sido lograr la más exacta transcripción posible de mis más íntimas
SUS CUADROS HAN SIDO HOMENAJEADOS POR HITCHCOCK, MADONNA O LOSSIMPSON, POR CITAR ALGUNOS EJEMPLOS
impresiones de la naturaleza”). Pese a lo personalísimo de sus cuadros, éstos han conectado con la cultura de masas, los hemos visto reproducidos en mil formatos y han sido homenajeados por Hitchcock, Madonna o Los Simpson, por citar unos ejemplos. El Museo Thyssen-Bornemisza posee la mayor colección de hoppers fuera de EE UU. Allí mismo, hasta el 16 de septiembre, puede verse, además, la mayor retrospectiva jamás dedicada al pintor en Europa, con 73 obras.
Un bicho raro
Edward Hopper (Nyak, Nueva York, 1882-Nueva York, 1967) fue siempre un outsider. A los 12 años era un descomunal adolescente de 1,82 m de estatura. A los 24, cuando alcanzaba los 1,93 m, sus ansias artísticas le llevaron a París, donde ni conoció a los jóvenes creadores que estaban poniendo la ciudad patas arriba (Picasso entre ellos) ni probó ninguno de los placeres de la vie bohème.