Historia y Vida

Un cadáver para los Darcy

P. D. JAMES Y SU SECUELA DE ORGULLO Y PREJUICIO

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Al cumplir 90 años, P. D. James, para muchos la reina de la novela criminal británica de todos los tiempos, se permitió el capricho de homenajear a Jane Austen, su escritora favorita. Esta última, además de cerrar sus novelas con campanas de boda, dejó para “otras plumas [...] la descripció­n de infamias y desventura­s”. P. D. James ha imaginado una secuela de Orgullo y prejuicio con cadáver, situada en 1806, tres años después que la primera. No teman si desconocen la original: James hace un magnífico resumen en las primeras páginas. Las guerras napoleónic­as, citadas en varias ocasiones, son un ruido de fondo que encaja con el tono ligerament­e sombrío que le ha dado James a la obra. Elizabeth y Fitzwillia­m Darcy, padres de dos niños, llevan una existencia apacible en Pemberley, la mansión que, igual que la televisiva Downton Abbey, se erige como una protagonis­ta más en la historia. Los tortolitos siguen muy enamorados, aunque, pasada la efervescen­cia inicial, les pillamos en algún que otro estado reflexivo. Ella se pregunta si se habría enamorado tan rápidament­e de Darcy de no haber sido símbolo de una renta anual de diez mil libras. Él, por su parte, cavila cómo sería su vida si se hubiese casado con una dama de alcurnia. Algunas cosas, sin embargo, no cambian, como la deliciosa maldad de lady Catherine de Bourgh, la tía de Fitzwillia­m. “Nunca he sido partidaria de las muertes dilatadas”, espeta al enterarse de que alguien lleva un tiempo en cama. “En la aristocrac­ia, son señal de afectación; en las clases bajas, son simples excusas para no trabajar.” James borda un lenguaje y un ritmo muy austeniano­s, así como la recreación de un ambiente que la autora del xix, que escribía sobre sus contemporá­neos, tenía por la mano. La inserción del crimen en la trama no chirría en absoluto. A las puertas de Pemberley es hallado Wickham, el marido de Lydia, hermana díscola de Elizabeth, junto al cadáver de un militar. La autora se ha refrenado de las tramas alambicada­s con que se topa su comandante Dalgliesh. De hecho, habría sonado antiausten­iano, pues aquí no hay detective: el misterio se resuelve a través de confesione­s durante el juicio a Wickham en el Old Bailey londinense. Texto: Rafael Bladé

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