MIEDO A PERDER LA SILLA
Cinco siglos de éxito para Occidente y su declive
Occidente ha tenido la sartén por el mango en este planeta durante los últimos quinientos años. ¿Y eso por qué?, se pregunta el historiador escocés Niall Ferguson. A su entender, las razones de su éxito son –y aquí emplea terminología informática– seis killer apps (aplicaciones rompedoras): la competencia, política y económica, que sirvió de trampolín a los estados nación y al capitalismo; la ciencia, que dio a Occidente una ventaja militar; los derechos de propiedad, básicos para un sistema de gobierno representativo; la medicina, que aumentó la esperanza de vida; la sociedad de consumo, sin la cual la Revolución Industrial habría fracasado; y la ética del trabajo, un marco moral que Ferguson identifica con la religión protestante. Como sugiere una columnista del New York Times, el escocés es esclavo de las series documentales que prepara en pa- ralelo a sus libros, cuya división en episodios le obliga a veces a sacarse de la manga estructuras extrañas. Ciertamente, no tiene mucho sentido que ciencia y medicina sean killer apps distintas, e incluso sería discutible que la ética protestante del trabajo esté más expuesta como killer app que como posición ideológica del autor, un conservador impenitente. De todos modos, el contenido de estos seis apar tados no está especialmente sistematizado. Se trata más bien de un compendio de ideas y ref lexiones a partir de ejemplos históricos, a veces solo tangencialmente relacionados con la killer app en cuestión. En el capítulo de la competencia, por ejemplo, Ferguson habla extensamente del caso islámico para compararlo con el occidental, pero pasa de puntillas por el asiático. En el de medicina inser ta, sin venir muy a cuento, una larguísima exposición sobre la Revolución Francesa, y utiliza los avances en medicina tropical para insistir en que el imperialismo tuvo su parte buena para las colonias... Y, pese a todo, la información que el profesor de Harvard suministra es absorbente, divertida. Su estilo es inmodesto, pero maravillosamente f luido. Las relaciones que traza son ingeniosas, puede que tramposas, a veces incluso censurables, pero nunca insípidas. ¿A quién se le ocurriría vincular a los despiertos británicos con su creciente gusto por el café en el siglo xvii mientras los adormilados chinos empiezan a aficionarse al opio? El capítulo de las conclusiones evidencia el terror de Ferguson a que el mundo anglosajón (su auténtico Occidente) pierda el número 1 del podio a favor del “resto” del mundo. No tanto porque ese resto esté copiando sus killer apps como porque los occidentales están perdiendo la fe en sus propios valores. Es la parte prescindible de un libro irregular, pero con mucho gancho. Texto: Empar Revert