CAOS, RUINA Y VENGANZA
Pocas imágenes son tan elocuentes como las que ilustran la galopante inflación en la que se sumió Alemania tras la derrota en la Gran Guerra. Al inicio de los años veinte, Berlín era la capital de un país frustrado por la derrota militar, humillado por las duras represalias internacionales y con graves signos de miseria entre su población. Escenas callejeras mostraban los efectos letales de aquella crisis económica, política y moral. Una crisis que había acabado con un imperio y que condicionaría la suerte del nuevo régimen. La República de Weimar estuvo en entredicho desde su nacimiento en 1918. Los políticos firmantes de los documentos de paz se convirtieron, debido a una cínica maniobra del general Ludendorff, en traidores a los ojos de muchos de sus compatriotas, quienes les acusaron de dar a Alemania una puñalada por la espalda. Ludendorff, el verdadero artífice de aquella rendición, al ver lo inevitable de la derrota, precipitó el armisticio, lo que impidió una tregua negociada entre combatientes activos. Las consecuencias de esta decisión se verían reflejadas en el Tratado de Versalles, cuyas imposiciones mutilaron territorialmente Alemania y gravaron el país con la carga de unas severas reparaciones de guerra. A las deudas acumuladas durante el conflicto se sumaron estas indemnizaciones y la ocupación de la cuenca del Ruhr, la principal zona industrial germana. Todo ello en un escenario social caótico, que había ahogado en sangre una revolución marxista en los primeros días de la República, y se veía constantemente amenazado por golpes ultraderechistas. Mientras el marco, en su caída libre, se convertía en papel mojado, y los especuladores hinchaban sus bolsillos, Alemania entraba en una espiral autodestructiva que tocó fondo en 1923. La recuperación del país se alcanzó tras adoptarse una serie de medidas de orden interno que se vieron reforzadas por el Plan Dawes. Pero la semilla de la revancha estaba latente. El general Ludendorff, que había convertido a los políticos de la República en chivos de la humillación patriótica, sería uno de los primeros aliados de un político llamado Adolf Hitler.