CUANDO APRENDER ERA UN LUJO
Solo para unos pocos y bajo el monopolio de las elites. Así ha sido la educación desde la Antigüedad hasta el siglo pasado.
LA ELITE EDUCADA
Durante milenios, la educación formal estuvo reservada a las elites políticas, religiosas y económicas. Los niños egipcios e israelitas de la Antigüedad se formaban en centros dirigidos por sacerdotes. La Grecia clásica contó con escuelas públicas, pero restringidas a los hijos de los ciudadanos. Algo parecido sucedió en Roma, donde prosperaron los centros limitados a una minoría. En las provincias occidentales, el analfabetismo rondaba el 95%.
LA CULTURA ENCLAUSTRADA
Este panorama se mantuvo durante el Medievo en Europa, cuando el clero monopolizó las fuentes de información escrita tanto en los monasterios cristianos como en las madrasas musulmanas y las sinagogas judías. Salvo los religiosos y los futuros príncipes, la aristocracia estaba más interesada en las artes bélicas que en las lectivas, y los campesinos, ar- tesanos y comerciantes educaban a sus hijos o aprendices en un oficio.
UN TÍMIDO AMANECER
El rebrote de las ciudades en la Baja Edad Media conllevó algunas innovaciones. Surgieron las universidades, las parroquias abrieron aulas para niños sin recursos y hubo un florecimiento de instituciones privadas, como en tiempos romanos. Sin embargo, estos avances no alcanzaron a la mayoría y, en manos de la Iglesia, continuaron teñidos de dogmas (abajo, escena de una escuela en 1494). Las cosas mejoraron en la Edad Moderna, cuando la imprenta contribuyó a abaratar los libros y, motivados por la difusión de la Biblia, los países protestantes inauguraron escuelas populares, replicadas, en la Contrarreforma, por otras jesuitas. Pero, de nuevo, se trató de iniciativas que no pueden calificarse de masivas y que siguieron obedeciendo a intereses religiosos.