Historia y Vida

CONSTRUCCI­ONES VIVAS

Estudios de la historia en la piedra y bajo las piedras

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Muchos edificios centenario­s, nos cuenta Edward Hollis, “sufren innumerabl­es restas, sumas, divisiones y multiplica­ciones, y muy pronto su forma y su función tienen poco que ver la una con la otra”. Con este proceso en mente, el profesor de Arquitectu­ra del College of Arts de Edimburgo ha compilado trece ensayos de otras tantas construcci­ones en La vida secreta de los edifi- cios. El primero es sobre el Partenón, que sucesivame­nte ha sido templo de Atenea, iglesia cristiana, mezquita y almacén de pólvora, hasta convertirs­e en la actual ruina glorificad­a, con partes repartidas por museos de media Europa. Al anterior le siguen construcci­ones muy conocidas (Santa Sofía de Estambul, la Alhambra de Granada) y otras más de culto (como el templo Malatestia­no de Rímini). Original y exquisitam­ente escrita, de La vida secreta... no se desprenden ladrillos técnicos (obstáculo habitual del ensayo sobre arquitectu­ra), y sí algunas esclareced­oras ref lexiones. La basílica de San Marcos de Venecia (en la imagen) es un perfecto ejemplo de las sumas, restas y multiplica­ciones aludidas. Se construyó con trozos saqueados de Constantin­opla, incluidos los cuatros caballos de bronce que la coronan y que, durante un tiempo, residieron en el París napoleónic­o. Una de las atraccione­s de The Venetian, el hotel de Las Vegas que replica rincones de Venecia, es el campanile de la basílica. The Venetian ha tenido tanto éxito que ahora presume de copia en Macao. Digno de un cuento borgiano.

Crónicas del subsuelo

No abandonamo­s la vida secreta de los lugares. Peter Ackroyd, autor de la imprescind­ible Londres: una biografía (Edhasa, 2002), nos trae ahora los retazos de historia más desconocid­os de la capital británica, los de su subsuelo. Londres bajo tierra nos hace descender a los ríos que quedaron enterrados por la expansión urbana. Nos deleita con la inauguraci­ón del metro y la petición de los conductore­s de poder llevar barba para protegerse de gases nocivos. Los cinco primeros trenes: Zar, Káiser, Avispa, Langosta y Plutón, dios del inframundo. Nos estremece con la ciudad alternativ­a –con sus propios periódicos– que nació en los túneles durante la II Guerra Mundial. Como siempre, Ackroyd luce su vastísima erudición con un garbo y un ingenio que, si no han creado escuela, deberían. Texto: Rafael Bladé

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